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miércoles, 28 de enero de 2009

¿Perdiendo agua?


No sé si os pasará, pero ¿no os resulta un poco frustrante que siempre nos digan que al principio de una dieta lo que se pierde es, sobre todo, agua? A mí la verdad es que (aun sabiendo que en parte es verdad) me fastidia un poco, porque uno, todo contento e ilusionado con los primeros éxitos, cuando comenta "he perdido tantos kilos", enseguida se encuentra con la consabida respuesta: "bah, al principio lo que se pierde es agua". Pues hombre, contando con que nuestro cuerpo es agua en un 70%, ¡tampoco es tan grave!

La próxima vez que vuelva a coger algún kilo (¡toco madera!) y alguien me lo haga saber, le pienso contestar: "bah, tranquilo, los kilos que me estoy cogiendo son de agua", y me quedaré tan ancho. Y por cierto, no sé si vuestros amigos y familiares son tan capullos como los míos: que enseguida se dan cuenta cuando engordas, pero que ni pestañean si te ven con cinco kilos menos. En fin, siempre me quedará la ropa (que vuelve a empezar a ser mi amiga) y las tiras de la acetona.

Y todo esto, para contar que esta mañana la báscula ha tenido a bien mostrarme una bonita cifra que hacía ya algún mes que no veía: 87.2. Ahora, ¡a por los 86! Atrás, muy atrás, quedan ya los 92 que volví a rozar en Navidad...

lunes, 26 de enero de 2009

Hablemos, hablemos...


En el post anterior citaba uno de los libros sobre salud y dietética que más me ha gustado e influido: Hablemos de adelgazar, del doctor Álvaro Luengo. El libro, escrito de forma rigurosa y aun así muy amena, está orientado a definir la obesidad, señalar sus consecuencias sobre la salud y repasar las distintas soluciones que se le han venido dando.

En uno de los apartados del libro, el autor revisa distintas dietas y métodos en un tono científico, sincero y (tal vez por todo ello) no exento de un punto de saludable humildad, de esa misma de la que carecen la mayor parte de autores de libros de dietas (que suelen creerse en posesión de la Verdad). En este post quiero reflejar lo que dice el autor sobre Atkins, tratando de resumir las páginas que le dedica en su libro (pp. 151 a 156).

Hablando de la publicación en 1972 de la primera edición de La revolución dietética del Dr. Atkins, dice el doctor Luengo:

El cardiólogo norteamericano Robert C. Atkins (...) desarrolló en la década de 1960 una drástica y revolucionaria dieta (...). Las consecuencias de su irrupción en el mundo de la dietética fueron tremendas. Sus teorías fueron inmediatamente demonizadas por la comunidad científica, a pesar del elevado porcentaje de practicantes que consiguieron sorprendentes e indudables resultados (aunque no siempre exentos de problemas).

A continuación, hace un repaso de las cuatro fases de la dieta (inducción, pérdida progresiva de peso, premantenimiento y mantenimiento), demostrando que el autor sabe de qué habla (no como muchos otros que hablan de esta dieta sin conocerla). Por ello, son aún más interesantes los comentarios y la crítica que realiza:

Las críticas a esta dieta han sido muy feroces y de todos los colores: que es una dieta carente de base científica (aseveración muy dudosa, como ya hemos visto), que produce acetona (afirmación que sí es cierta, aunque Atkins le quiere dar la vuelta a la tortilla y presentarlo como una ventaja (...)), que sube los niveles de colesterol y ácido úrico, que altera los niveles de potasio y que puede llegar a provocar arritmias... Y todo eso podría suponer la aparición de posibles complicaciones muy a tener en cuenta.

Después de aclarar (supongo que para curarse en salud) que él no pediría a ningún paciente que realizase la dieta, a no ser que pudiera ingresarlo en una clínica y pudiera realizarle así todas las revisiones y analíticas que considerara oportunas, termina el autor reconociendo que:

(...) hay que abrir los ojos y darse cuenta de que sus seguidores [de la dieta Aktins] se han apoyado siempre en un hecho indiscutible en el que los científicos no han querido nunca centrar su atención: que la dieta funciona espectacularmente en un elevado porcentaje de casos.

Para terminar, una reflexión que hace el autor unas pocas páginas antes, hablando de Kekwick y Pawan (dos investigadores precursores de las dietas bajas en hidratos de carbono). Acerca de estos, afirma Luengo:

A pesar del prestigio de los investigadores, los resultados de sus estudios fueron acogidos con escepticismo una vez más, aunque actuaron como disparadero de una intensa controversia que se mantiene hasta nuestros días (...). Lamentablemente (...), la comunidad científica en general continúa sin aceptar la validez de las dietas bajas en carbohidratos (...), aferrándose al mencionado principio de que "una caloría es una caloría " y alegando que "no se ajustan a las teorías científicas actuales", llegando al absurdo en su pretensión de que sea la realidad la que se tenga que ajustar a la teoría en lugar de ser la teoría la que se encargue de explicar los resultados obtenidos en la práctica.

No sé a vosotr@s, pero a mí, este doctor me inspira verdadera confianza.

viernes, 23 de enero de 2009

A ver si tienes huevos.


El humilde huevo ha sido uno de los alimentos más denostados de nuestra dieta. La acusación más grave que se le hacía es que un consumo "excesivo" de huevos era perjudicial para el colesterol. En realidad, cualquier cosa en exceso (no solo los huevos) es perjudicial, y no solo para el colesterol. El problema es que se llegó a considerar "excesivo" tomar más de dos huevos por semana. La mala prensa del huevo se debe a su alto contenido en colesterol (unos 250 ó 300 mg. por unidad) y a su elevado contenido en ácidos grasos saturados (con solo leer esto, casi dan miedo, ¿no?).

A cambio, las proteínas del huevo son de alto valor biológico, y aparecen además junto a cantidades notables de minerales (potasio, calcio, sodio, hierro, cloro, fósforo...) y de vitaminas (provitamina A, ácido fólico, vitaminas B1, B6 y B12, entre otras). ¿No está mal, no? Por todo ello, y porque su contenido en hidratos de carbono es prácticamente inapreciable, no es de extrañar que los seguidores de Atkins encontremos en el huevo un aliado perfecto. Y lo mismo deben de pensar quienes siguen una alimentación ovo-lácteo-vegetariana o los que se preocupan por su ácido úrico (dado que el huevo es el único alimento animal que no lo contiene en absoluto).

Pero veamos... ¿realmente el consumo de huevos influye en el colesterol tan negativamente como se venía creyendo? Parece ser que no. ¿Y por qué? Veamos qué dice Hablemos de adelgazar*, un libro cuya lectura recomiendo encarecidamente a todos aquellos que se preocupen por su salud (no solo por adelgazar), y del que volveré a hablar en próximas ocasiones.

"La misma membrana de la yema del huevo contiene una sustancia llamada lecitina o fosfatidilcolina que actúa como freno en la absorción intestinal de colesterol, de manera que solo una pequeña parte del procedente del huevo (...) es capaz de alcanzar la sangre".

¿Qué tal se os ha quedado el cuerpo después de leer esto? Pues veamos qué se nos dice sobre la funesta grasa del huevo:

"Su riqueza en ácidos grasos poliinsaturados -que reducen el "colesterol malo"- y en ácido oleico -que reduce el "colesterol malo" e incrementa el "bueno" (...)-, condiciona que en la actualidad se permita tomar un par de huevos, hasta tres veces por semana, incluso en los casos que presentan cifras de colesterol elevado".

Nada más que añadir; si acaso, conviene recordar que los excesos siempre son malos y que en el mercado, junto a huevos puestos por gallinas que malviven hacinadas en jaulas (y a las que literalmente se les pudren las patas por falta de movilidad), también podemos encontrar huevos puestos por gallinas que viven en un régimen de libertad o semi-libertad, y que solo son un poco más caros. También hay huevos con omega 3 y huevos ecológicos.

Así que, a falta de dulce, ¡que a nadie le amargue un huevo! Y por cierto, ya estoy en 87.8! :p


*Álvaro LUENGO, Hablemos de adelgazar, Pearson Educación, Madrid, 2007, pág. 41.

miércoles, 21 de enero de 2009

Comer, adelgazar y no volver a calumniar.


Michel Montignac es, sin duda, uno de los gurús más importantes del panorama de dietas de los últimos años. En uno de sus libros más conocidos, Comer, adelgazar y no volver a engordar, Montignac expone unos planteamientos que me parecen sumamente interesantes, y similares a la fase de mantenimiento de Atkins. En primer lugar, es uno de los autores que señalan el fracaso de las dietas basadas en el cómputo de calorías. Como novedad, Montignac subraya la importancia del índice glucémico de los alimentos (es decir, la velocidad con la que su glucosa es asimilada). Cuanto más rápida sea la asimilación de la glucosa, más alto será su índice glucémico, y a mayor índice glucémico, más engorda un alimento. Dicho esto grosso modo.

En el anexo I del libro antes citado, Montignac se pregunta: "¿Se inspira el Método Montignac en el Régimen Atkins?". He aquí su propia respuesta:

El Régimen Atkins hizo furor durante los años sesenta y setenta (...). Ya se suponía entonces que la insulina era el catalizador del aumento de peso. Pero como pensaba que todos los glúcidos inducían a la misma glucemia, el doctor Atkins aconsejaba en su régimen excluirlos de forma definitiva de nuestra alimentación. (...) Aquel régimen de exclusión conducía a los que lo seguían a consumir grasas en exceso al no existir ninguna restricción al respecto. Además, en aquel entonces, todavía no se sabía diferenciar entre grasas buenas y malas. Por lo tanto, se produjeron accidentes cardiovasculares entre algunas personas que siguieron el Régimen Atkins, que se ganó así el calificativo de "pasaporte al infarto".

La verdad es que, a juzgar por este comentario, Montignac (como muuuuchos otros) conoce Atkins de oídas, poco y mal. Vamos, que no se debió de molestar el buen hombre ni en echarle un vistazo a su libro. El último comentario ya es de juzgado de guardia, por injusto, imprudente y acientífico. Pero como decía mi abuela, "si escupes al cielo, te caerá en el ojo", y claro, a Montignac le cayó en el ojo su propio escupitajo. Esto es lo que cuenta respondiendo a la cuestión ¿Existe algún riesgo cardiovascular en el método Montignac?

"Jóvenes médicos holandeses del hospital de Eindhoven (...) hicieron circular el rumor según el cual los pacientes que habían seguido el Método Montignac fueron víctimas de infartos (ligeros). Esta gravísima información (que evidentemente jamás se verificó ni confirmó) fue divulgada por periodistas poco escrupulosos y siempre en busca de sensacionalismo, dando a entender que incluso se produjeron fallecimientos. Unas semanas más tarde, el rumor había atravesado las fronteras, y un importante periódico de Barcelona daba a entender claramente que varias personas habían muerto de infarto en Holanda después de haber seguido (según algunos rumores) el Método Montignac, y que el Ministerio de Salud holandés (según otros rumores) había prohibido su práctica".

Vaya, vaya...

"Aunque las informaciones de este tipo pertenezcan al ámbito de la mentira y la calumnia, son suficientes para desestabilizar a algunas personas que confiaban en nosotros, y para desanimar a los demás. Como decía Beaumarchais en El barbero de Sevilla: "¡Calumnia, calumnia, que algo queda!".

¡Vaya, vaya! ¡Qué mal encaja Montignac lo mismo que él está haciendo con Atkins!

Yo, como Atkins, creo que las grasas naturales (las de origen animal y vegetal) son peligrosas solo cuando están integradas en una alimentación con muchos hidratos de carbono procesados de absorción rápida (azúcar, harinas blancas refinadas, arroz blanco, patatas fritas...). Pero en el marco de una alimentación en el que el aporte de hidratos de carbono esté limitado (tanto en calidad como en cantidad), las grasas naturales no son un factor de riesgo cardiovascular. Otra cosa muy distinta son las grasas hidrogenadas o parcialmente hidrogenadas, que son muy perjudiciales en cualquier caso. Y vale ya de chapa...

lunes, 19 de enero de 2009

La cuesta de enero.


Pues nada, que cual Sísifo en plena cuesta de enero, me he estancado. Que parece que lo de mi simpática heterodoxia tendré que dejarlo para una fase más avanzada del proceso, porque en esta semana no he perdido nada de nada. Así que a ver si me pongo las pilas y tomo algo más de fibra, porque achaco este estancamiento, aparte de a mi laxitud a la hora de aplicar inducción, a un cierto estreñimiento. Si no recuerdo mal, para contrarrestar el tema del estreñimiento Atkins recomienda disolver una cucharada de semillas de linaza en un vaso de agua. Fenomenal remedio, si no fuera porque no tengo idea ni de qué son las semillas de linaza ni de dónde adquirirlas. Así que recurriré al otro remedio que cita Atkins, el humilde salvado, de venta en cualquier herboristería e incluso grandes superficies.

Lo del estancamiento tampoco es que me quite el sueño, la otra vez que hice Atkins también iba perdiendo "a trompicones", o sea, que una semana no adelgazaba nada, y de un día para otro caía un kilo entero, así, tal cual. Además, desde el 2 de enero llevo perdidos prácticamente 4 kilos, así que tampoco me puedo quejar. Y para aplacar la intranquilidad, ayer me miré lo de la acetona (hacía días que no me lo miraba), y me dio entre positivo y positivo fuerte, así que en teoría sigo quemando grasa. Sí es cierto que por la noche igual ceno demasiado (y tal vez demasiado salado, lo admito), y antes de irme a la cama bebo agua como un camellico. Luego por la mañana, pues tengo la impresión de que debería mear mucho más (siento dar estos detalles...). En fin, a ver si esta semana puedo dar por aquí buenas noticias. Y animaros a dejar algún comentario, incluso si es para recordarme que cada croqueta de boletus es una bomba de bechamel en la línea de flotación de la inducción. ¡Que es que no perdonáis ni una! ;)

lunes, 12 de enero de 2009

Croqueta de boletus y heterodoxia

Esta mañana, otra pequeña alegría: ¡estoy en 88.2! Esto va bien. Más que bien, en realidad, sobre todo teniendo en cuenta que el sábado salí un ratillo y cayeron un par de brugales con cocacola (light, claro) después de un inocente tapeo (siguiendo más o menos los mandamientos de Atkins) regado con alguna copa de tinto (con sus cardiosaludables taninos y todo). Sí, ya sé que en inducción está prohibido todo tipo de alcohol, pero bueno, ya decía mi amigo Juan que mientras él representaba la ortodoxia atkinsiana, yo encarnaba la versión más heterodoxa. Y tan ricamente, oye. Que yo, lo de no beber nada de cerveza, o tener que dejarme el pan que acompaña a las tapas, pues pase... pero lo de salir por ahí de tapeo, y atiborrarme a base de cocacolas light y aguas, pues como que no. Y también hago la vista gorda (ejem) con unas croquetas de boletus que hacen muy ricas en un bar al que suelo ir con mis amigos. "Seguro -suelo pensar mientras saboreo mi croqueta- que la fibra de los boletus resta los carbohidratos de la harina del rebozo. Quién sabe, igual incluso usan harina integral." Y además, cuando sé que por la noche pueden caer algunos gramos de carbohidratos extra (pocos, de todos modos), me bajo andando desde casa hasta el centro, con lo que intento compensar una cosa con la otra.


Pero a ver, esto lo hago solo los sábados, ¿eh? Entre semana, el alcohol ni lo cato, las croquetas de boletus, ni olerlas, y me ciño bastante bien a inducción. Mi asignatura pendiente es moverme un poco más. No tengo tiempo -ni ganas- para gimnasios, pero sé que podría andar más. Lástima que el frío y la niebla sean siempre buenas razones para no mover el esqueleto. Claro, que eso... sí lo hago el sábado noche (¡quemando la dichosa croqueta de boletus!). Si es que se mire por donde se mire... la heterodoxia tiene estas ventajas...

sábado, 10 de enero de 2009

¡De rebajas (de autoestima)!


Hoy me he entregado por un par de horas a esa locura capitalista que es "ir de rebajas", aunque, eso sí, en calidad de mero acompañante. Mientras peregrinábamos de tienda en tienda por un concurrido centro comercial (al parecer, la crisis ha propiciado unas rebajas históricas), iba contemplando con asombro lo delgada que está bastante gente, y lo gordo seboso que me veía yo en comparación... La verdad es que ha sido toda una cura de humildad, después de unos días de euforia por el peso y el volumen que he ido perdiendo desde el día 2, y me ha servido para recordarme que aún me faltan unas cuantas semanas más (por no decir unos pocos meses más) para procurar volver a mis 83, que es la cifra con la que me encuentro bastante bien.

Una cosa que no entiendo demasiado es por qué de mucha ropa solo se encuentran tallas propias de anoréxic@s. Imagino que las tallas "medias" y las "grandes" se agotan rápido, e imagino que en las tiendas queda un importante stock de prendas "pequeñas" e "ínfimas" que realmente no sé qué harán luego con ellas. Hoy mismo había una parka muy chula, pero de talla M. He preguntado si les quedaba esa misma parka en talla L o XL, y la dependienta me ha mirado como si le hubiera preguntado por el coño de la Bernarda (con perdón). Tampoco entiendo la manía que les ha dado a muchas marcas de ropa masculina de hacer todas sus prendas super ajustadas ("slim fit", las llaman algunos) , y que solo son adecuadas para tíos hiperdelgados o algo cachitas, pero nefasta para los que lucimos algún que otro kilo extra. (Alguna vez, por equivocación, me he llegado a probar algún jerseicito ajustado de punto y... a punto he estado de caer fulminado por la visión que me devolvía el espejo: ¡parecía el muñeco de Michelín!).

¿Pero no dicen que el sobrepeso y la obesidad se están extendiendo como una plaga bíblica? A juzgar por los escaparates y los maniquís, parece que esté ocurriendo justo lo contrario. En fin, que allá se las compongan Dolce y Gabanna, y Kalvin Klein y Zara y la madre que los trajo a todos, y ojalá vayan todos a la ruina ahogados por stocks de toneladas de ropa "slim fit" que no le cabe ni a la momia de Tutankamón.

Pues eso, que he salido del centro comercial con mi autoestima suficientemente rebajada. Pero con mi VISA intacta. ¡Eso que me llevo por delante!

jueves, 8 de enero de 2009

Yujuuuuu!!!


Por fin, esta mañana he podido pesarme. ¡89 kilos! O sea, los casi 3 que me eché en diciembre, Navidad, nochevieja y añonuevo, ya han desaparecido... ¡y llevo solo 6 días en inducción, una inducción no muy estricta, por lo demás!

Ya intuía yo que la cosa iba bien: me notaba menos hinchado, y mis pantalones volvían a permitirme respirar y todo. Pero ayer por la noche decidí ver qué pasaba con las tiras de acetona en orina, y bingo, aquello se puso morado, pero morado morado, lo cual indica un "positivo fuerte", es decir, que mi cuerpo está eliminando acetona por la orina, lo que viene a decir que me encuentro en plena combustión de mis grasas. Y además, ¡me encuentro fenomenal! De momento no tengo demasiado estreñimiento, voy al baño a diario, o cada dos días a lo sumo.

Y por último, si hay alguien ahí, si hay vida inteligente ahí fuera... ¡que dé señales de vida! ¡Espíritus, manifestaos, concho! ¡dejad algún comentario!

lunes, 5 de enero de 2009

Queridos Reyes Magos...



...en esta noche tan especial, os pido que este año no me sea difícil portarme bien. De hecho, hasta el pasado verano fui muy muy bueno, y luego me descarrié, es verdad, y no digamos en el mes de diciembre, que ha sido mi perdición. Pero desde el día 2 que empecé con inducción he vuelto a ser bastante bastante bueno, y de hecho, me dicen que al menos ya he empezado a deshincharme un poco. Como estoy fuera de casa, no puedo pesarme para corroborarlo, así que esperaré a pasado mañana, día 7, a ver qué tal ha ido la cosa. En mi descargo, tengo que decir que el otro día estuve en un italiano con amigos, y mientras los demás devoraban sus platos de pasta, pizzas, tiramisús, etc., yo me pedí un carpaccio de ternera con fundata de queso (o algo así), que estaba muy rico también, y el pan, ni probarlo, ¿eh? Que hay que tener más moral que el Alcoyano para mantenerse firme, mientras los demás me trataban de convencer de que empezase la dieta después de Reyes.

Así que espero, queridos Reyes de Oriente, que la próxima vez que me suba a la báscula me encuentre el regalito que os he pedido... vosotros ya sabéis... ;)

viernes, 2 de enero de 2009

El croissant siempre llama dos veces.

Hoy día 2 he empezado con inducción, y me siento fuerte. Creo que después de los turrones, polvorones, guirlaches, etc. de estos días, mi cuerpo y mi estómago necesitaban una tregua... ¡que espero sea indefinida! Para quienes no estéis demasiado puestos en Atkins, "inducción" es la primera fase de la dieta (dicho de manera algo gruesa). Se caracteriza por reducir la ingesta de hidratos de carbono a unos 20 g. diarios, entre los que se pueden incluir una amplia gama de vegetales (salvo la fruta) y excluyendo el pan, la pasta, el arroz, los cereales, las legumbres y toda clase de dulces. Los 20 g. son de hidratos puros, no de producto. Es decir: la lechuga tiene 1.5 g. de hidrato de carbono por 100 g. de producto. O sea, que te puedes comer 1 kg. de lechuga en un día, y habrías consumido 15 g. de hidratos de carbono (aún te quedarían 5 g. más). Obviamente, es preferible consumir más variedad de vegetales, crudos o cocinados, y no ir a kilo diario de lechuga, lo cual puede resultar en que se nos quede cara de ídem. A cambio, se puede comer a discreción carnes, pescados, embutidos, mariscos, quesos (bajos en carbohidratos), huevos, etc. Esta fase debe durar al menos dos semanas, y sirve para activar el mecanismo de lipólisis o "quema de grasas", como bien la define San Atkins.

No sé si será algo psicológico, pero cada vez me parece más relacionado el hecho de abstenerse de ciertos hidratos de carbono con la abstención del tabaco. Recuerdo que no hacía ni dos días que había dejado de fumar cuando quedé con un par de compañeras de trabajo a tomar un café. Nada más llegar, una de ellas (fumadora empedernida), sacó un cigarro y se lo encendió. Ella no se dio cuenta, pero a mí me empezaron a temblar ligeramente las manos. De buena gana hubiera saltado sobre ella, le habría arrebatado el cigarro y me lo habría fumado entero de una sola calada. Pues bien, hoy me ha pasado algo parecido con otra amiga, pero no con un cigarro, sino con su croissant. Yo llegaba a la cafetería contento de haber empezado mi inducción con un desayuno consistente en una tortilla francesa con queso y un poco de perejil. En la cafetería ya me esperaba mi amiga, con un café y un hermoso croissant. Mientras yo me bebía mi café solo con sacarina (hago la vista gorda con la recomendación de Atkins acerca de prescindir de la cafeína), veía cómo mi amiga se deleitaba troceando su croissant y comiéndoselo despacito. Y yo, sintiendo cómo volvía ese ligero (e imperceptible para los demás, afortunadamente) tembleque de manos, y esas ganas de arrojarme sobre el croissant de mi amiga y engullirlo vilmente sin masticar.



Pero al final, todo ha pasado. Me acordaba de la terapeuta gracias a la que dejé de fumar. Ella nos explicaba que al principio, cuando dejas el tabaco, hay picos de ansiedad muy fuertes (son los que suelen dar al traste con muchos propósitos de año nuevo), pero que afortunadamente duran muy pocos segundos (a veces, unos pocos minutos), y que aprender a gestionarlos es básico para superar la ansiedad de las primeras semanas.

En mi caso, los picos de ansiedad por la retirada de los hidratos de carbono "prohibidos" son infinitamente más suaves que los que experimenté al dejar el tabaco, pero aun así, se asemejan demasiado. ¿Será que algunas personas llegamos a desarrollar cierta adicción a determinados hidratos de carbono? Yo estoy convencido de que sí.