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miércoles, 27 de mayo de 2009

De bichos raros.


Bicho raro: así se siente uno cuando no le gusta el fútbol y se refugia en casa de los gritos, pitidos y cánticos de las hordas que celebran la victoria en no sé qué campeonato de no sé qué equipo (vale, sí, ya sé que es el Barça, pero eso es lo de menos). Está bien que en tiempos de crisis el pueblo aspire más profundamente sus caladas de opio. Pan y circo. Pan y fútbol.

Otro bicho raro es mi báscula. Hace días que me evita. Cuando entro al baño, se esconde debajo del mueble del lavabo, y no hay quien la haga salir. A veces creo que ha desarrollado cierta capacidad de mimetismo con las baldosas: se camufla y se hace pasar por una de ellas. Me tiene un poco mosca, porque hace días que ni me deja subirme a ella. ¿Tendrá mala conciencia por algo? A ver si un día consigo que confiese y deje de mirar para otro lado, la muy bicho raro.

sábado, 16 de mayo de 2009

Niveles de azúcar y cáncer.


Muchas personas siguen preocupadas por restringir las grasas naturales de la alimentación, por su alto contenido calórico, y en cambio pasan por alto lo peligrosas que son las harinas blancas refinadas y el azúcar. Y son peligrosas no solo en relación al sobrepeso y la obesidad, sino que al parecer tienen mucho que ver con el cáncer.

En el libro Anticáncer, de D. Servan-Schreiber, hay un epígrafe titulado "El cáncer se alimenta de azúcar", que desglosa la relación entre una alimentación con niveles altos de carbohidratos refinados y la posibilidad de desarrollar cáncer. A lo largo de varias páginas, el autor aporta numerosos informes científicos y multitud de datos. Por ejemplo, el que dice que mientras en 1830 el consumo humano de azúcar era de 5 kg al año, a finales del S. XX estaba en... ¡70 kg! Dejemos que sea el autor quien nos lo cuente:

"Cuando ingerimos azúcar o harinas blancas (...) los niveles de azúcar en sangre aumentan rápidamente. De inmediato el cuerpo libera la dosis de insulina necesaria (...). Esta secreción de insulina va acompañada de la emisión de otra molécula, llamada IGF (...) cuya misión es estimular el crecimiento celular. En resumen, el azúcar nutre los tejidos y hace que crezcan. Pero además la insulina y el IGF tienen en común otro efecto: potenciar los factores de inflamación, que (...) estimulan el crecimiento celular y actúan como abono para los tumores.

Hoy sabemos que los picos de insulina y la secreción de IGF estimulan de manera directa no solo el crecimiento de las células cancerosas, sino también su capacidad para invadir tejidos vecinos. (...)

Toda la literatura científica señala en la misma dirección: quien quiera protegerse del cáncer, deberá reducir seriamente el consumo de azúcar procesado y de harinas blancas." (La negrita es mía).

En realidad, esto no es nada nuevo. Atkins, tímidamente, se hizo eco de varios estudios que ya apuntaban en esta línea:

"Es interesante saber que se ha demostrado que el hecho de reducir la carga glucémica parece disminuir el riesgo de desarrollar cáncer de colon. Una posible razón es que las células cancerígenas se alimentan de azúcar. (...) Además, el hiperinsulinismo, como respuesta a una alta carga glucémica, puede aumentar el riesgo de cáncer. Estudios recientes realizados en mujeres que han sufrido cáncer de mama han demostrado que las mujeres con una menor producción de insulina tienen mayores posibilidades de supervivencia y menores posibilidades de volver a sufrir cáncer que las mujeres con un mayor nivel de insulina. Por otro lado, dos estudios recientes han demostrado que el hiperinsulinismo también está asociado a un mayor riesgo de sufrir síndrome poliquístico de ovarios."

Así que habrá que pensárselo dos veces cuando se nos invite a endulzarnos demasiado la vida... ¡Buen fin de semana!

miércoles, 13 de mayo de 2009

Una cena especial


No soy una persona a la que le guste perder tiempo cocinando, y como además tengo buen apetito, no necesito adornar demasiado mis platos. Soy de esas personas que descubren nuevas palabras leyendo el listado de ingredientes de una receta fácil sacada de algún libro de cocina. Un día normal, alguna verdura o ensalada de primero, y algo de pescado o carne a la plancha de segundo, me sirven como platos centrales en la comida. Para la cena, una tortilla francesa, o huevo a la plancha, o simplemente las sobras de la comida, con algo de acompañamiento. No tengo problema. Eso sí, hay una serie de sabores que no puedo con ellos. Son pocos, es verdad, y tal vez mi aversión puede responder a algún tipo de trauma infantil. Por ejemplo: no puedo con las salchichas de frankfurt. Su sabor y su olor son superiores a mis fuerzas, ¡no puedo con ellas!

A punto estuvo de pasarme algo parecido con la verdura que he tomado hoy para cenar. En Aragón la llamamos bisalto, en otras zonas de España, tirabeque... y aunque pensaba que era una humilde verdura rural del valle del Ebro, excluida de las grandes cadenas de distribución, resulta que la conocen incluso en el extranjero: la llaman pois gourmand o pois princesse en francés, piselli mangiatutto y taccola en italiano... ¡si hasta tienen nombre en inglés, snow peas!

El caso es que en casa la única que comía bisaltos era mi abuela. Ni a mis padres ni a mi hermano ni a mí nos gustaban. Yo creo que en algún momento incluso llegué a probarlos (con esa predisposición adolescente a no dejar que probar las cosas pueda llevarnos a cambiar una idea preconcebida, en lo que se refiere a comida en general y verduras en particular). Hace unos años (cinco, concretamente) murió mi abuela. Puede que desde entonces no hubiese vuelto a ver bisaltos. Pero este invierno descubrí que hay vida más allá del Mercadona y el Eroski, y para comprar ciertos productos, he empezado a frecuentar las pequeñas tiendas "de toda la vida". Esta tarde, después de años sin haber vuelto a ver bisaltos, en la verdulería de la que soy cliente desde este invierno, me he dado de morros con los dichosos bisaltos. Casi me he emocionado, recordando a mi abuela (¿¿¿pero cómo que no te gustan??? Anda, come unos poquicos, ¡ignorante!). La verdulera, tras recordarme que los bisaltos son una verdura de temporada, que vienen solo para abril y mayo, me ha explicado varias maneras de hacerlos, y me ha aconsejado que aproveche el caldo de cocción, que es "delicao" (ha dicho, literalmente). He simulado (por respeto) un gran interés por las recetas que iba desgranando, pero uno ya lleva demasiado tiempo cocinando ciertas verduras al vapor y apañándolas con un simple chorro de aceite de oliva virgen como para meterme en aventuras culinarias.

Y así me los he hecho esta noche para cenar: al vapor, con un pelín de sal y aceite de oliva. Mi abuela igual hubiese dicho que hacerlos así era malemplearlos, que hay que cocerlos como se ha hecho toda la vida, con un poco de patata y tal. Será por el recuerdo de mi abuela, o porque realmente tienen un sabor tan característico como sutil... pero a mí me han sabido a gloria.

jueves, 7 de mayo de 2009

¿¿¿Seré drunkoréxico???

Quienes vais siguiendo hace algún tiempo este blog (gracias, guap@s), habréis deducido que lo de "Siempre a dieta" se está quedando en poco más que un título más o menos irónico del blog, porque lo que es yo, hace semanas (¿o debería decir meses?) que estoy haciendo una dieta tan tan laxa que realmente no merece el nombre de 'dieta'. En realidad, en cuanto a la alimentación, no me porto demasiado mal: sigo controlando la ingesta de carbohidratos "sólidos" (salvo en ocasiones especiales y más o menos inevitables), y eso hace que no esté engordando (me mantengo entorno a 87 k., medio kilo arriba o abajo según el día). Pero hay un elemento que este año está impidiendo que pueda decir que hago Atkins: el alcohol. A ver, no es que tome alcohol a diario, ni que lo tome nunca en grandes cantidades, pero es cierto que estoy pasando una temporada de más vida social, que se materializa en quedar algunas tardes entre semana con amigos/compañeros de trabajo a echar unas cañas y unas risas.

Un par de días nos ha pasado que hemos alargado las cañas y nos hemos ido cada uno a nuestra casa a una hora que ya era un poco tarde para cenar. Y en mi caso, sin nada de hambre, y un poco pedo. Así que no cenaba, no por estrategia premeditada, sino simplemente porque las varias cañas que llevaba encima me habían quitado el apetito. El caso es que por la mañana, al día siguiente, la báscula mostraba que había perdido algo de peso. "Vaya -pensaba-, no está mal esto de beber cervezas, no tener ganas de cenar y encima perder peso!". Por supuesto, esto solo me ha ocurrido un par de noches, y no me ha vuelto a pasar más. Incluso estuve a punto de escribir un post sobre el asunto, pero al final me dio un poco de corte y lo dejé estar.

Ya casi ni me acordaba de todo esto hasta hoy, que he leído una noticia sobre el último desorden de la alimentación identificado por los expertos: la drunkorexia (del inglés drunk 'bebido, borracho'). Dicho grosso modo, la drunkorexia consiste en dejar de tomar una parte de la ingesta diaria de alimentos para compensar las calorías extra que se ingieren con el alcohol. (Si queréis leer la noticia entera, pinchad aquí). Sobra decir que, tanto en términos de salud como de alimentación, es una auténtica barbaridad.

¿Habré estado flirteando, sin saberlo, con la drunkorexia? Creo que no, pero desde luego he entendido qué les pasa por la cabeza a los drunkoréxicos. Por suerte o por desgracia, yo no me podría encontrar entre sus filas: me gusta mucho comer bien (y sano) y no quiero ser de esos que quieren morir jóvenes para dejar un bonito cadáver.

Esta tarde, me temo que miraré con otros ojos (ojos de recelo) esas cañitas tentadoras...

sábado, 2 de mayo de 2009

No me llames "Dolores" llámame "Lola"...


Aunque volví a España el jueves por la noche, no he podido escribir hasta hoy, y tampoco tengo mucho rato. Estos días fuera no me he portado demasiado mal, pero como estoy en Barcelona en casa de unos amigos de esos que no necesitan báscula (y por tanto no tienen una), no puedo confirmar mis impresiones hasta el lunes por la mañana.

Cuál no fue mi sorpresa cuando ayer viernes abro la edición digital de El Periódico de Aragón y me encuentro con la noticia de que han descubierto... ¡unos bombones adelgazantes! Al bombón lo han bautizado como "Lola", y al parecer, tiene propiedades saciantes gracias a su contenido en espirulina (un tipo de alga) y en semillas de jojoba. Esperemos que no lleve mucho azúcar, porque si no, nada pueden hacer ni la espirulina ni las semillas de jojoba (no me digáis que la planta o árbol en cuestión no tiene nombre como de risa).

Os dejo el enlace a la noticia:

http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/noticia.asp?pkid=494972