Estoy super liado con el trabajo y no he tenido tiempo ni de asomarme al blog, pero eso no significa que no esté portándome bien, ¿eh? Este finde está siendo regulín regular (último finde de fiestas del Pilar en Zaragoza), pero justo antes del finde bajé de los 86, por primera vez en muuuuucho tiempo, estoy concretamente en 85.8... así que voy "china chana" (como decimos en Aragón, o sea, despacio, poco a poco), pero avanzando. A ver si empiezo a retomar el blog... Y nada, feliz fin de fiestas del Pilar, ¡especialmente para los que me leáis desde Zaragoza!
domingo, 18 de octubre de 2009
jueves, 24 de septiembre de 2009
Más sobre "Gordos".
Ayer, en el programa de radio "El Larguero", de la SER, entrevistaron a Antonio de la Torre, uno de los protagonistas de la película Gordos. Por exigencias del guión, el actor tuvo que engordar 35 kilos y luego adelgazarlos en unos pocos meses, aunque contó con el asesoramiento de un médico, el doctor Escribano, que le ayudó a engordar minimizando (en la medida de lo posible) los riesgos de salud que el proceso conllevaba. Me pareció absolutamente revelador lo que siente un "delgado" al convertirse de repente en un "gordo". Y me llamó la atención que alguien que jamás ha tenido ningún problema de relación con la comida, de repente, con 35 kilos de más, experimentase momentos de ansiedad que le impulsaban a levantarse por la noche a comer. Lo que viene a confirmar, de algún modo, la sospecha de que son algunos alimentos los que llevan a conductas de ingesta compulsiva (probablemente por alteraciones en el nivel de insulina en sangre, fruto de una alimentación abundante en harinas blancas refinadas y azúcares).
Os recomiendo escuchar la entrevista completa, porque hay reflexiones sobre la obesidad que son para pararse a pensar un momento... A ver si os fijáis en cuál es el primer alimento que el actor recuerda haber comido en el momento mismo que decidió empezar a engordar.
Por cierto, que ya he batido (por poco, es verdad) mi récord de peso (por abajo, claro) desde que abrí el blog. Ayer pesaba 86.8 y esta mañana... ¡¡86.4!! 200 gr. menos del peso más bajo que había tenido desde que empecé a escribir este blog. ¡Ole, ole y ole!
Os recomiendo escuchar la entrevista completa, porque hay reflexiones sobre la obesidad que son para pararse a pensar un momento... A ver si os fijáis en cuál es el primer alimento que el actor recuerda haber comido en el momento mismo que decidió empezar a engordar.
Por cierto, que ya he batido (por poco, es verdad) mi récord de peso (por abajo, claro) desde que abrí el blog. Ayer pesaba 86.8 y esta mañana... ¡¡86.4!! 200 gr. menos del peso más bajo que había tenido desde que empecé a escribir este blog. ¡Ole, ole y ole!
martes, 22 de septiembre de 2009
Gordos (la peli).
Me extraña no haber leído, entre los blogs que sigo, ninguna alusión a Gordos, la nueva película de Daniel Sánchez Arévalo. Quien no la haya visto y lo vaya a hacer, le recomiendo que deje de leer inmediatamente esta entrada; ya la leerá, si quiere, después. Para los que ya la hayáis visto, me encantaría que comentaseis qué os pareció.
La película hilvana las historias de varios "gordos" cuyas vidas se entrecruzan en la "consulta" de un curioso terapeuta que, en vez de proponer esta dieta o aquella, intenta que cada uno averigüe qué hay detrás de su relación con la comida. La verdad es que la peli me dejó un sabor agridulce... Por un lado, tiene un guión muy bueno, con golpes divertidos, y una trama y una estructura originales. Los actores -todos ellos- están que se salen, y la banda sonora (de Pascal Gaigne) es preciosa (para muestra, un botón). Pero las situaciones y los personajes son tan extremos que rozan lo esperpéntico, lo paródico. Bueno, no lo rozan, lo rebasan con creces, así que supongo que es lo que el director de la película perseguía.
El caso es que de lo que menos habla Gordos es, precisamente, de la obesidad. O mejor dicho, habla de la obesidad como una especie de metáfora de otras cosas que aparecen en la película: el amor, el sexo, la familia, la religión... Aun así, hay unas cuantas imágenes que a la gente con ciertos transtornos de la alimientación le pueden resultar algo dolorosas, aunque para mi sorpresa, el cine estallaba a carcajadas... Por ejemplo: un investigador de la policía científica acude a un restaurante donde un hombre muere atragantado por su anillo. Al encontrar el anillo, no puede evitar la tentación de metérselo en la boca para limpiarlo y, de paso, saborear los restos de comida que quedan en él... Una adolescente obesa -la del fotograma de arriba- es vejada por compañeros de clase y por su propio hermano y para evadirse se refugia en la pizza y las chucherías. Otro personaje femenino engorda veinte kilos para conseguir que su novio la abandone. Otro, una chica muy religiosa, a la que su novio -más religioso aún- abandona porque, al haber adelgazado, se ha puesto super atractiva y lo ha arrastrado al pecado de la fornicación...
Es cierto que todo ello está aderezado, o pretende estarlo, con mucho humor, y creo que sin ánimo de ofender a nada ni a nadie. Pero la película parece obviar que lo que presenta como situaciones extremas, ridículas o paródicas, a veces son más reales de lo que nos pueda parecer.
De todos modos, aconsejo a todo el mundo que vayáis a verla. No os aburriréis y luego podréis decirme si ese sabor final agridulce es paranoia mía o lo compartís. Un adelanto, aquí.
La película hilvana las historias de varios "gordos" cuyas vidas se entrecruzan en la "consulta" de un curioso terapeuta que, en vez de proponer esta dieta o aquella, intenta que cada uno averigüe qué hay detrás de su relación con la comida. La verdad es que la peli me dejó un sabor agridulce... Por un lado, tiene un guión muy bueno, con golpes divertidos, y una trama y una estructura originales. Los actores -todos ellos- están que se salen, y la banda sonora (de Pascal Gaigne) es preciosa (para muestra, un botón). Pero las situaciones y los personajes son tan extremos que rozan lo esperpéntico, lo paródico. Bueno, no lo rozan, lo rebasan con creces, así que supongo que es lo que el director de la película perseguía.
El caso es que de lo que menos habla Gordos es, precisamente, de la obesidad. O mejor dicho, habla de la obesidad como una especie de metáfora de otras cosas que aparecen en la película: el amor, el sexo, la familia, la religión... Aun así, hay unas cuantas imágenes que a la gente con ciertos transtornos de la alimientación le pueden resultar algo dolorosas, aunque para mi sorpresa, el cine estallaba a carcajadas... Por ejemplo: un investigador de la policía científica acude a un restaurante donde un hombre muere atragantado por su anillo. Al encontrar el anillo, no puede evitar la tentación de metérselo en la boca para limpiarlo y, de paso, saborear los restos de comida que quedan en él... Una adolescente obesa -la del fotograma de arriba- es vejada por compañeros de clase y por su propio hermano y para evadirse se refugia en la pizza y las chucherías. Otro personaje femenino engorda veinte kilos para conseguir que su novio la abandone. Otro, una chica muy religiosa, a la que su novio -más religioso aún- abandona porque, al haber adelgazado, se ha puesto super atractiva y lo ha arrastrado al pecado de la fornicación...
Es cierto que todo ello está aderezado, o pretende estarlo, con mucho humor, y creo que sin ánimo de ofender a nada ni a nadie. Pero la película parece obviar que lo que presenta como situaciones extremas, ridículas o paródicas, a veces son más reales de lo que nos pueda parecer.
De todos modos, aconsejo a todo el mundo que vayáis a verla. No os aburriréis y luego podréis decirme si ese sabor final agridulce es paranoia mía o lo compartís. Un adelanto, aquí.
jueves, 17 de septiembre de 2009
Básculas, virus y otras pesadillas.
Llevo una semanita que la báscula me trae de cabeza (levemente, tampoco vamos a dramatizar). El caso es que un día me marca 87, al siguiente 87.6 y al siguiente 87.2, y así toda la semana. Hoy he vuelto a los 87. De todos modos, estoy acostumbrado a estos "parones". Afortunadamente, a pesar de que la báscula (me) vacile de semejante manera, los pantalones y el cinturón no engañan, y es evidente que sigo perdiendo. Así que tarde o temprano, la báscula tendrá que reconocer mis méritos. Lo que me fastidia es que mañana tengo bodorrio, y es fácil que cometa algún pecadillo (que tampoco hay que mortificarse). En fin, a ver si el resto del finde me porto bien y la semana que viene veo el 86 en la dichosa báscula.
Cambiando de tema: me mosquea eso de que la obesidad sea un posible factor agravante para quien pille el H1N1, más comúnmente llamado "gripe A". Tengo la sensación de que hay bastante confusión sobre el virus. Un día los medios de comunicación nos tranquilizan afirmando que el virus será incluso menos "peligroso" (y menos letal) que el de la gripe común, y al día siguiente sale no sé qué estudio de no sé qué médicos que afirman que ha habido un número no despreciable de casos en los que personas sanas, que no parecían estar dentro de ningún grupo de riesgo, han presentado complicaciones graves. A ratos nos alarman, a ratos nos tranquilizan, y no faltan las voces que dicen que hay poderosos intereses económicos detrás de esta ceremonia de la confusión. Y no solo los intereses de ciertas farmacéuticas... Muchos fabricantes de alimentos se han puesto manos a la obra para presentarnos cualidades de sus productos que presumiblemente nos pueden ayudar a aumentar nuestras defensas. Hace unos minutos acabo de ver un anuncio en la tele que me ha parecido tremendamente agresivo: una voz en off nos pregunta "¿Les da a sus hijos suficiente vitamina C?" (o algo parecido). Y acto seguido, se nos presentan unos zumos procesados que, al parecer, ayudarán a nuestros hijos (a los demás, que nos zurzan) a fortalecer "de forma natural" las defensas. Después de ver el anuncio, supongo que habrá un montón de gente que se sentirá fatal por no haber comprado el dichoso zumo para sus hijos. Yo, que no tengo hijos, estoy por regar las macetas con él, por si acaso...
Una anécdota para terminar: ayer, al pasar por una farmacia, me acordé de que quería comprar algún "antipirético" (o sea, algo contra la fiebre, oí la palabreja en la radio, que decía que era bueno tener alguno a mano para cuando a uno le pille la dichosa gripe). La dependienta de la farmacia me miró con cara rara:
-¿¿Un antiepiléptico, dices??
-No, no, un antipirético.
-¿¿??
-Bueno, algo para la fiebre.
-Aaaaah... tú lo que quieres decir es un "antitérmico"...
Total, que después de semejante escena, la dependienta me informa de que los famosos "antipiréticos" o "antitérmicos" (yo ya no sé cómo llamarlos) no son más que la aspirina y el paracetamol... Algo he leído por ahí de la "medicalización de la normalidad", y cada vez lo veo más claro...
Cambiando de tema: me mosquea eso de que la obesidad sea un posible factor agravante para quien pille el H1N1, más comúnmente llamado "gripe A". Tengo la sensación de que hay bastante confusión sobre el virus. Un día los medios de comunicación nos tranquilizan afirmando que el virus será incluso menos "peligroso" (y menos letal) que el de la gripe común, y al día siguiente sale no sé qué estudio de no sé qué médicos que afirman que ha habido un número no despreciable de casos en los que personas sanas, que no parecían estar dentro de ningún grupo de riesgo, han presentado complicaciones graves. A ratos nos alarman, a ratos nos tranquilizan, y no faltan las voces que dicen que hay poderosos intereses económicos detrás de esta ceremonia de la confusión. Y no solo los intereses de ciertas farmacéuticas... Muchos fabricantes de alimentos se han puesto manos a la obra para presentarnos cualidades de sus productos que presumiblemente nos pueden ayudar a aumentar nuestras defensas. Hace unos minutos acabo de ver un anuncio en la tele que me ha parecido tremendamente agresivo: una voz en off nos pregunta "¿Les da a sus hijos suficiente vitamina C?" (o algo parecido). Y acto seguido, se nos presentan unos zumos procesados que, al parecer, ayudarán a nuestros hijos (a los demás, que nos zurzan) a fortalecer "de forma natural" las defensas. Después de ver el anuncio, supongo que habrá un montón de gente que se sentirá fatal por no haber comprado el dichoso zumo para sus hijos. Yo, que no tengo hijos, estoy por regar las macetas con él, por si acaso...
Una anécdota para terminar: ayer, al pasar por una farmacia, me acordé de que quería comprar algún "antipirético" (o sea, algo contra la fiebre, oí la palabreja en la radio, que decía que era bueno tener alguno a mano para cuando a uno le pille la dichosa gripe). La dependienta de la farmacia me miró con cara rara:
-¿¿Un antiepiléptico, dices??
-No, no, un antipirético.
-¿¿??
-Bueno, algo para la fiebre.
-Aaaaah... tú lo que quieres decir es un "antitérmico"...
Total, que después de semejante escena, la dependienta me informa de que los famosos "antipiréticos" o "antitérmicos" (yo ya no sé cómo llamarlos) no son más que la aspirina y el paracetamol... Algo he leído por ahí de la "medicalización de la normalidad", y cada vez lo veo más claro...
domingo, 13 de septiembre de 2009
Piano piano si va lontano...
Así dice un viejo adagio italiano, y así voy yo: piano piano, despacio, sin prisas... pero han caído otros 600 gramos en estos días, y estoy ya en 87. El peso más bajo que he tenido desde que tengo el blog fue 86.6, así que espero mejorar la puntuación esta misma semana que viene... ¿Es una quimera pensar en alcanzar los 82-83 antes de Navidad? La verdad es que 4/5 kilos en tres meses no es lo que se dice una osadía impensable, pero hace ya cierto tiempo que no peso eso... Bueno, en fin, que me estoy portando bien, y la cosa se va notando.
Hay días que la cosa parece estancarse sin motivo aparente. Hay que tener paciencia, porque en pocos días la pérdida de peso se refleja en la báscula. Hay veces que queremos ir más rápido de lo que podemos y de lo que debemos, y eso tampoco.
Hay días que la cosa parece estancarse sin motivo aparente. Hay que tener paciencia, porque en pocos días la pérdida de peso se refleja en la báscula. Hay veces que queremos ir más rápido de lo que podemos y de lo que debemos, y eso tampoco.
viernes, 4 de septiembre de 2009
Misterio misterioso (o Flipping in colours)
Pues resulta que ayer tuve cena. Iba dispuesto a no pecar con ningún carbohidrato (aparte de un poco de vino, placer del que no me gusta privarme ni en inducción), pero ya antes de la cena cayó una caña con limón (yo la había pedido sin alcohol, porque tiene menos carbohidratos, pero la camarera se equivocó, y como soy idiota, le dije que no hacía falta que me la cambiase). "Bien empezamos", pensé. Pero no, en la cena no probé ni un miserable hidrato de carbono, aunque bebí bastante más vino del que tenía previsto. Vino turbio, concretamente. Pero ni pan, ni postre ni azúcar en el café. El abuso del vino ya tendría bastantes repercusiones al día siguiente (o sea, hoy) en la báscula.
Eso pensaba.
Pero ¡oh, misterio misterioso! Esta mañana, al subirme a la báscula: ¡¡87.6!! 600 gr. menos que el día anterior. ¿Alguien sabe por qué ignotas razones a veces te portas muy bien y apenas pierdes, y otras te portas regulín regulán, y te quitas más de medio kilo? ¿O es que el alcohol tiene algún tipo de efecto retardado, y el "castigo" se producirá hoy o mañana o a lo largo de unos días, en forma de estancamiento? Creo recordar que Atkins afirmaba que el alcohol interrumpe momentáneamente la "combustión de grasas", porque el cuerpo lo usa como combustible prioritario, pero en cuanto se consume, el cuerpo vuelve a quemar grasa. ¿Alguien me puede aclarar este extremo? Uf, cuántas preguntas para un viernes. Feliz fin de semana.
Eso pensaba.
Pero ¡oh, misterio misterioso! Esta mañana, al subirme a la báscula: ¡¡87.6!! 600 gr. menos que el día anterior. ¿Alguien sabe por qué ignotas razones a veces te portas muy bien y apenas pierdes, y otras te portas regulín regulán, y te quitas más de medio kilo? ¿O es que el alcohol tiene algún tipo de efecto retardado, y el "castigo" se producirá hoy o mañana o a lo largo de unos días, en forma de estancamiento? Creo recordar que Atkins afirmaba que el alcohol interrumpe momentáneamente la "combustión de grasas", porque el cuerpo lo usa como combustible prioritario, pero en cuanto se consume, el cuerpo vuelve a quemar grasa. ¿Alguien me puede aclarar este extremo? Uf, cuántas preguntas para un viernes. Feliz fin de semana.
jueves, 3 de septiembre de 2009
Evolución positiva e inducción.
Hasta ahora me estoy portando bastante bien, y los resultados parecen positivos. Anteayer pesaba 88.8, ayer 88.4 y hoy 88.2, así que nada, contentico. Lo que no he hecho es comprobarlo con las tiras reactivas de cetona, así que no sé si estoy quemando ya grasa o qué, aunque imagino que sí...
Para los novatos y novatas, y para Astarté, que antes del verano me preguntaba qué era eso de la "inducción", voy a explicar de forma algo gruesa en qué consiste: la inducción es la primera fase de la dieta Atkins, fase en la que se reduce mucho el consumo de carbohidratos, limitándolo a una ingesta diaria de 20 g. de carbohidratos en forma de ensalada o verdura, es decir, carbohidratos sin fécula (quedan excluidos, pues, en esta primera fase, arroces, legumbres, patatas, cereales, pastas...). ¿Qué se consigue con eso?
Se consigue que el cuerpo, al no poder quemar su primer combustible, que es el hidrato de carbono, eche mano de sus reservas de grasa, descomponiendo esta grasa para usarla como combustible (recordemos que el exceso de carbohidratos se acumula bajo la forma de grasa). Los niveles de insulina se normalizan y desaparece esa sensación de hambre continuo que caracteriza a muchos tipos de sobrepeso y obesidad. Al usarse como combustible las grasas, se generan unos "residuos" llamados cetonas, o cuerpos cetónicos. Los críticos con Atkins afirmaban que la generación de cetonas podía ser perjudicial para el cuerpo, pero Atkins defendió que ese pensamiento procede de la confusión con los cuerpos cetónicos que se generan en ciertas fases de diferentes dolencias, y que las cetonas originadas en la "quema" de grasas son absolutamente inocuas, y se eliminan de forma natural a través de la orina o la respiración (de ahí el peculiar aliento que bastantes personas desarrollan en inducción).
Antes de que nadie se rasgue las vestiduras, diremos que la inducción no es más que la primera fase de la dieta Atkins. Se supone que esta fase debe durar un mínimo de dos semanas, pero se puede alargar sin ningún problema durante mucho tiempo. Claro que lo recomendable es seguir con las siguientes fases, en las que de forma gradual se vuelven a incorporar (siempre con moderación) más cantidades de hidrato de carbono (sobre todo, de aquellos que tienen más incidencia en nuestra salud y nuestro bienestar: ciertas frutas, legumbres, cereales integrales...), pero renunciando al consumo habitual de azúcares y productos hechos con harinas blancas (desnaturalizadas).
Hay, todavía hoy, cierta controversia científica en torno a esta dieta (a veces se confunde toda la dieta con la fase de inducción), aunque la mayoría de dietistas, cardiólogos, etc. están de acuerdo en culpar de la obesidad al abuso de los carbohidratos "malos" y su influencia sobre los niveles de insulina en sangre. Y esta perspectiva la estuvo defendiendo durante años en solitario y bajo furibundos ataques este cardiólogo norteamericano. He leído algunos libros en los que se comenta con espírituo crítico la dieta Atkins, y casi siempre llego a la conclusión de que el autor o autora no se ha molestado en leerse La nueva revolución dietética del doctor Atkins, y que a menudo habla de la dieta "de oídas".
Independientemente de los estudios científicos en un sentido o en otro, a mí la "inducción" me funciona. Es la única forma que tengo de hacer dieta sin morirme de hambre, de pena o de ansiedad...
Para los novatos y novatas, y para Astarté, que antes del verano me preguntaba qué era eso de la "inducción", voy a explicar de forma algo gruesa en qué consiste: la inducción es la primera fase de la dieta Atkins, fase en la que se reduce mucho el consumo de carbohidratos, limitándolo a una ingesta diaria de 20 g. de carbohidratos en forma de ensalada o verdura, es decir, carbohidratos sin fécula (quedan excluidos, pues, en esta primera fase, arroces, legumbres, patatas, cereales, pastas...). ¿Qué se consigue con eso?
Se consigue que el cuerpo, al no poder quemar su primer combustible, que es el hidrato de carbono, eche mano de sus reservas de grasa, descomponiendo esta grasa para usarla como combustible (recordemos que el exceso de carbohidratos se acumula bajo la forma de grasa). Los niveles de insulina se normalizan y desaparece esa sensación de hambre continuo que caracteriza a muchos tipos de sobrepeso y obesidad. Al usarse como combustible las grasas, se generan unos "residuos" llamados cetonas, o cuerpos cetónicos. Los críticos con Atkins afirmaban que la generación de cetonas podía ser perjudicial para el cuerpo, pero Atkins defendió que ese pensamiento procede de la confusión con los cuerpos cetónicos que se generan en ciertas fases de diferentes dolencias, y que las cetonas originadas en la "quema" de grasas son absolutamente inocuas, y se eliminan de forma natural a través de la orina o la respiración (de ahí el peculiar aliento que bastantes personas desarrollan en inducción).
Antes de que nadie se rasgue las vestiduras, diremos que la inducción no es más que la primera fase de la dieta Atkins. Se supone que esta fase debe durar un mínimo de dos semanas, pero se puede alargar sin ningún problema durante mucho tiempo. Claro que lo recomendable es seguir con las siguientes fases, en las que de forma gradual se vuelven a incorporar (siempre con moderación) más cantidades de hidrato de carbono (sobre todo, de aquellos que tienen más incidencia en nuestra salud y nuestro bienestar: ciertas frutas, legumbres, cereales integrales...), pero renunciando al consumo habitual de azúcares y productos hechos con harinas blancas (desnaturalizadas).
Hay, todavía hoy, cierta controversia científica en torno a esta dieta (a veces se confunde toda la dieta con la fase de inducción), aunque la mayoría de dietistas, cardiólogos, etc. están de acuerdo en culpar de la obesidad al abuso de los carbohidratos "malos" y su influencia sobre los niveles de insulina en sangre. Y esta perspectiva la estuvo defendiendo durante años en solitario y bajo furibundos ataques este cardiólogo norteamericano. He leído algunos libros en los que se comenta con espírituo crítico la dieta Atkins, y casi siempre llego a la conclusión de que el autor o autora no se ha molestado en leerse La nueva revolución dietética del doctor Atkins, y que a menudo habla de la dieta "de oídas".
Independientemente de los estudios científicos en un sentido o en otro, a mí la "inducción" me funciona. Es la única forma que tengo de hacer dieta sin morirme de hambre, de pena o de ansiedad...
martes, 1 de septiembre de 2009
La vuelta al cole (y los deberes a medio hacer...)
No he podido contener unas risotadas (eso sí, cariñosas y benévolas para conmigo) después de leer la anterior entrada del blog, la titulada -con la mejor y más sincera de las intenciones- "Las aguas vuelven a su cauce". Pues no, definitivamente, no volvieron a su cauce. El final de curso, y todo el verano, no han supuesto precisamente ninguna vuelta a ningún buen cauce. Aunque tampoco es que estos dos meses y medio hayan sido un continuo festival de carbohidratos, debo reconocer que me he seguido dando a las cañitas, y lo que es peor, he caído repetidamente ante la tentación de los helados...
Esa es la principal razón por la que no he escrito NADA en el blog en los últimos dos meses y medio. Porque uno no puede aspirar a escribir un blog sobre el estar a dieta sin estar a dieta. Es de cajón. Así que con el blog he hecho como con la báscula, bien escondidos los dos, para que no hubiese ningún testigo mudo que sirviera de reproche al libertinaje veraniego de cañas, cenas fuera de casa y helados.
Como me conozco, y quiero tomarme en serio lo del blog, he esperado a llevar una semana cumpliendo bien la dieta para animarme a volver a postear... Esta mañana me he pesado, y tachaaán... 88.8. La verdad es que me esperaba más bien 87, u 87 y pico... pero casi 89, tela... Y eso que esta semana me habré quitado casi dos kilos... Vamos, que no quiero ni pensar en cuánto he pesado este verano, pero es fácil que haya vuelto a los 90... o incluso los haya rebasado.
No voy a echar las campanas al vuelo, pero estoy decidido a que nada desbarate mi determinación de volver a quitarme kilos de encima. Y si fallo, me plantearé la posibilidad de crear un nuevo blog que se titule "Nunca a dieta", porque ya me vale...
P.D. Le prometí a Astarté que el siguiente post sería sobre la inducción. Pensaréis que he incumplido mi palabra, pero no es así, solo la he postpuesto un poco... Prometo ocuparme pronto del tema.
Esa es la principal razón por la que no he escrito NADA en el blog en los últimos dos meses y medio. Porque uno no puede aspirar a escribir un blog sobre el estar a dieta sin estar a dieta. Es de cajón. Así que con el blog he hecho como con la báscula, bien escondidos los dos, para que no hubiese ningún testigo mudo que sirviera de reproche al libertinaje veraniego de cañas, cenas fuera de casa y helados.
Como me conozco, y quiero tomarme en serio lo del blog, he esperado a llevar una semana cumpliendo bien la dieta para animarme a volver a postear... Esta mañana me he pesado, y tachaaán... 88.8. La verdad es que me esperaba más bien 87, u 87 y pico... pero casi 89, tela... Y eso que esta semana me habré quitado casi dos kilos... Vamos, que no quiero ni pensar en cuánto he pesado este verano, pero es fácil que haya vuelto a los 90... o incluso los haya rebasado.
No voy a echar las campanas al vuelo, pero estoy decidido a que nada desbarate mi determinación de volver a quitarme kilos de encima. Y si fallo, me plantearé la posibilidad de crear un nuevo blog que se titule "Nunca a dieta", porque ya me vale...
P.D. Le prometí a Astarté que el siguiente post sería sobre la inducción. Pensaréis que he incumplido mi palabra, pero no es así, solo la he postpuesto un poco... Prometo ocuparme pronto del tema.
domingo, 14 de junio de 2009
Las aguas, a su cauce.
Parece que las aguas empiezan a volver a su cauce. A pesar de la cena del viernes y la comida de ayer sábado (ambas de compromiso), la semana pasada empecé a tomar conciencia de que tenía que ponerme las pilas. Volví a hacer bici un par de días (la foto es del miércoles pasado), y hoy llevo todo el día haciendo una inducción casi impecable, así que estoy contento. No me gusta nada esa sensación de no verme bien con nada que me ponga, de notar que el pantalón aprieta, y de que los michilines y la tripa se marquen más de lo deseable en las camisetas. He tenido más (mucho más) que suficiente de cervezas y de comidas y cenas repletas de carbonidratos de la peor calaña... así que tendré que volver a acostumbrarme a seguir con mi vida social, pero libre de los alimentos y caprichos que hacen que engorde a toda velocidad. Ya os iré contando qué tal va la semana...
martes, 9 de junio de 2009
Kilos, helados y exponencialidad.
De mis clases de matemáticas del instituto no tengo más que recuerdos difusos, la verdad. Por eso no recuerdo muy bien la diferencia entre el crecimiento aritmético y el exponencial. Me suena vagamente que el exponencial era el que reflejaba un aumento más pronunciado. En fin, que el caso es que esto del crecimiento exponencial me viene que ni pintado para explicar la evolución de mi peso: aumento exponencial. No voy a tratar de justificarme (tod@s sabemos que es inútil), pero en mi descargo diré que mi vida social se ha venido intensificando últimamente, y que los hados se han confabulado para que las comidas y cenas hayan sido, además de numerosas, copiosas y bien cargadas de hidratos de carbono.
Después de cierto tiempo obviando la existencia en mi cuarto de baño de algo llamado "báscula", hace unos días me subí a ella, temblando como un perrico en la consulta del veterinario. Al subirme, apareció una cifra que no quiero ni recordar, la típica cifra que en un concurso de la tele haría que el concursante dijese "vale, me planto". Había tocado fondo. Esto fue hace unos días. Desde entonces, me estoy preparando mentalmente para volver al buen camino. Bueno, lo de "mentalmente" es un decir, porque prepararme significa sobre todo acabar con la caja de cerezas que me trajeron del pueblo mis padres, y de paso dar buena cuenta de la caja de helados sin azúcar del mercadona, que no deja de ser un engañabobos (entre cuya lista -la de los bobos- me incluyo sin complejos), dado que al ser sin azúcar, comes más que si fuesen helados normales. Además, tengo una cena el viernes y una comida el sábado, así que creo que el próximo domingo va a ser la fecha elegida para volver al buen camino... Esta vez sí.
Después de cierto tiempo obviando la existencia en mi cuarto de baño de algo llamado "báscula", hace unos días me subí a ella, temblando como un perrico en la consulta del veterinario. Al subirme, apareció una cifra que no quiero ni recordar, la típica cifra que en un concurso de la tele haría que el concursante dijese "vale, me planto". Había tocado fondo. Esto fue hace unos días. Desde entonces, me estoy preparando mentalmente para volver al buen camino. Bueno, lo de "mentalmente" es un decir, porque prepararme significa sobre todo acabar con la caja de cerezas que me trajeron del pueblo mis padres, y de paso dar buena cuenta de la caja de helados sin azúcar del mercadona, que no deja de ser un engañabobos (entre cuya lista -la de los bobos- me incluyo sin complejos), dado que al ser sin azúcar, comes más que si fuesen helados normales. Además, tengo una cena el viernes y una comida el sábado, así que creo que el próximo domingo va a ser la fecha elegida para volver al buen camino... Esta vez sí.
miércoles, 27 de mayo de 2009
De bichos raros.
Bicho raro: así se siente uno cuando no le gusta el fútbol y se refugia en casa de los gritos, pitidos y cánticos de las hordas que celebran la victoria en no sé qué campeonato de no sé qué equipo (vale, sí, ya sé que es el Barça, pero eso es lo de menos). Está bien que en tiempos de crisis el pueblo aspire más profundamente sus caladas de opio. Pan y circo. Pan y fútbol.
Otro bicho raro es mi báscula. Hace días que me evita. Cuando entro al baño, se esconde debajo del mueble del lavabo, y no hay quien la haga salir. A veces creo que ha desarrollado cierta capacidad de mimetismo con las baldosas: se camufla y se hace pasar por una de ellas. Me tiene un poco mosca, porque hace días que ni me deja subirme a ella. ¿Tendrá mala conciencia por algo? A ver si un día consigo que confiese y deje de mirar para otro lado, la muy bicho raro.
Otro bicho raro es mi báscula. Hace días que me evita. Cuando entro al baño, se esconde debajo del mueble del lavabo, y no hay quien la haga salir. A veces creo que ha desarrollado cierta capacidad de mimetismo con las baldosas: se camufla y se hace pasar por una de ellas. Me tiene un poco mosca, porque hace días que ni me deja subirme a ella. ¿Tendrá mala conciencia por algo? A ver si un día consigo que confiese y deje de mirar para otro lado, la muy bicho raro.
sábado, 16 de mayo de 2009
Niveles de azúcar y cáncer.
Muchas personas siguen preocupadas por restringir las grasas naturales de la alimentación, por su alto contenido calórico, y en cambio pasan por alto lo peligrosas que son las harinas blancas refinadas y el azúcar. Y son peligrosas no solo en relación al sobrepeso y la obesidad, sino que al parecer tienen mucho que ver con el cáncer.
En el libro Anticáncer, de D. Servan-Schreiber, hay un epígrafe titulado "El cáncer se alimenta de azúcar", que desglosa la relación entre una alimentación con niveles altos de carbohidratos refinados y la posibilidad de desarrollar cáncer. A lo largo de varias páginas, el autor aporta numerosos informes científicos y multitud de datos. Por ejemplo, el que dice que mientras en 1830 el consumo humano de azúcar era de 5 kg al año, a finales del S. XX estaba en... ¡70 kg! Dejemos que sea el autor quien nos lo cuente:
"Cuando ingerimos azúcar o harinas blancas (...) los niveles de azúcar en sangre aumentan rápidamente. De inmediato el cuerpo libera la dosis de insulina necesaria (...). Esta secreción de insulina va acompañada de la emisión de otra molécula, llamada IGF (...) cuya misión es estimular el crecimiento celular. En resumen, el azúcar nutre los tejidos y hace que crezcan. Pero además la insulina y el IGF tienen en común otro efecto: potenciar los factores de inflamación, que (...) estimulan el crecimiento celular y actúan como abono para los tumores.
Hoy sabemos que los picos de insulina y la secreción de IGF estimulan de manera directa no solo el crecimiento de las células cancerosas, sino también su capacidad para invadir tejidos vecinos. (...)
Toda la literatura científica señala en la misma dirección: quien quiera protegerse del cáncer, deberá reducir seriamente el consumo de azúcar procesado y de harinas blancas." (La negrita es mía).
En realidad, esto no es nada nuevo. Atkins, tímidamente, se hizo eco de varios estudios que ya apuntaban en esta línea:
"Es interesante saber que se ha demostrado que el hecho de reducir la carga glucémica parece disminuir el riesgo de desarrollar cáncer de colon. Una posible razón es que las células cancerígenas se alimentan de azúcar. (...) Además, el hiperinsulinismo, como respuesta a una alta carga glucémica, puede aumentar el riesgo de cáncer. Estudios recientes realizados en mujeres que han sufrido cáncer de mama han demostrado que las mujeres con una menor producción de insulina tienen mayores posibilidades de supervivencia y menores posibilidades de volver a sufrir cáncer que las mujeres con un mayor nivel de insulina. Por otro lado, dos estudios recientes han demostrado que el hiperinsulinismo también está asociado a un mayor riesgo de sufrir síndrome poliquístico de ovarios."
Así que habrá que pensárselo dos veces cuando se nos invite a endulzarnos demasiado la vida... ¡Buen fin de semana!
En el libro Anticáncer, de D. Servan-Schreiber, hay un epígrafe titulado "El cáncer se alimenta de azúcar", que desglosa la relación entre una alimentación con niveles altos de carbohidratos refinados y la posibilidad de desarrollar cáncer. A lo largo de varias páginas, el autor aporta numerosos informes científicos y multitud de datos. Por ejemplo, el que dice que mientras en 1830 el consumo humano de azúcar era de 5 kg al año, a finales del S. XX estaba en... ¡70 kg! Dejemos que sea el autor quien nos lo cuente:
"Cuando ingerimos azúcar o harinas blancas (...) los niveles de azúcar en sangre aumentan rápidamente. De inmediato el cuerpo libera la dosis de insulina necesaria (...). Esta secreción de insulina va acompañada de la emisión de otra molécula, llamada IGF (...) cuya misión es estimular el crecimiento celular. En resumen, el azúcar nutre los tejidos y hace que crezcan. Pero además la insulina y el IGF tienen en común otro efecto: potenciar los factores de inflamación, que (...) estimulan el crecimiento celular y actúan como abono para los tumores.
Hoy sabemos que los picos de insulina y la secreción de IGF estimulan de manera directa no solo el crecimiento de las células cancerosas, sino también su capacidad para invadir tejidos vecinos. (...)
Toda la literatura científica señala en la misma dirección: quien quiera protegerse del cáncer, deberá reducir seriamente el consumo de azúcar procesado y de harinas blancas." (La negrita es mía).
En realidad, esto no es nada nuevo. Atkins, tímidamente, se hizo eco de varios estudios que ya apuntaban en esta línea:
"Es interesante saber que se ha demostrado que el hecho de reducir la carga glucémica parece disminuir el riesgo de desarrollar cáncer de colon. Una posible razón es que las células cancerígenas se alimentan de azúcar. (...) Además, el hiperinsulinismo, como respuesta a una alta carga glucémica, puede aumentar el riesgo de cáncer. Estudios recientes realizados en mujeres que han sufrido cáncer de mama han demostrado que las mujeres con una menor producción de insulina tienen mayores posibilidades de supervivencia y menores posibilidades de volver a sufrir cáncer que las mujeres con un mayor nivel de insulina. Por otro lado, dos estudios recientes han demostrado que el hiperinsulinismo también está asociado a un mayor riesgo de sufrir síndrome poliquístico de ovarios."
Así que habrá que pensárselo dos veces cuando se nos invite a endulzarnos demasiado la vida... ¡Buen fin de semana!
miércoles, 13 de mayo de 2009
Una cena especial
No soy una persona a la que le guste perder tiempo cocinando, y como además tengo buen apetito, no necesito adornar demasiado mis platos. Soy de esas personas que descubren nuevas palabras leyendo el listado de ingredientes de una receta fácil sacada de algún libro de cocina. Un día normal, alguna verdura o ensalada de primero, y algo de pescado o carne a la plancha de segundo, me sirven como platos centrales en la comida. Para la cena, una tortilla francesa, o huevo a la plancha, o simplemente las sobras de la comida, con algo de acompañamiento. No tengo problema. Eso sí, hay una serie de sabores que no puedo con ellos. Son pocos, es verdad, y tal vez mi aversión puede responder a algún tipo de trauma infantil. Por ejemplo: no puedo con las salchichas de frankfurt. Su sabor y su olor son superiores a mis fuerzas, ¡no puedo con ellas!
A punto estuvo de pasarme algo parecido con la verdura que he tomado hoy para cenar. En Aragón la llamamos bisalto, en otras zonas de España, tirabeque... y aunque pensaba que era una humilde verdura rural del valle del Ebro, excluida de las grandes cadenas de distribución, resulta que la conocen incluso en el extranjero: la llaman pois gourmand o pois princesse en francés, piselli mangiatutto y taccola en italiano... ¡si hasta tienen nombre en inglés, snow peas!
El caso es que en casa la única que comía bisaltos era mi abuela. Ni a mis padres ni a mi hermano ni a mí nos gustaban. Yo creo que en algún momento incluso llegué a probarlos (con esa predisposición adolescente a no dejar que probar las cosas pueda llevarnos a cambiar una idea preconcebida, en lo que se refiere a comida en general y verduras en particular). Hace unos años (cinco, concretamente) murió mi abuela. Puede que desde entonces no hubiese vuelto a ver bisaltos. Pero este invierno descubrí que hay vida más allá del Mercadona y el Eroski, y para comprar ciertos productos, he empezado a frecuentar las pequeñas tiendas "de toda la vida". Esta tarde, después de años sin haber vuelto a ver bisaltos, en la verdulería de la que soy cliente desde este invierno, me he dado de morros con los dichosos bisaltos. Casi me he emocionado, recordando a mi abuela (¿¿¿pero cómo que no te gustan??? Anda, come unos poquicos, ¡ignorante!). La verdulera, tras recordarme que los bisaltos son una verdura de temporada, que vienen solo para abril y mayo, me ha explicado varias maneras de hacerlos, y me ha aconsejado que aproveche el caldo de cocción, que es "delicao" (ha dicho, literalmente). He simulado (por respeto) un gran interés por las recetas que iba desgranando, pero uno ya lleva demasiado tiempo cocinando ciertas verduras al vapor y apañándolas con un simple chorro de aceite de oliva virgen como para meterme en aventuras culinarias.
Y así me los he hecho esta noche para cenar: al vapor, con un pelín de sal y aceite de oliva. Mi abuela igual hubiese dicho que hacerlos así era malemplearlos, que hay que cocerlos como se ha hecho toda la vida, con un poco de patata y tal. Será por el recuerdo de mi abuela, o porque realmente tienen un sabor tan característico como sutil... pero a mí me han sabido a gloria.
A punto estuvo de pasarme algo parecido con la verdura que he tomado hoy para cenar. En Aragón la llamamos bisalto, en otras zonas de España, tirabeque... y aunque pensaba que era una humilde verdura rural del valle del Ebro, excluida de las grandes cadenas de distribución, resulta que la conocen incluso en el extranjero: la llaman pois gourmand o pois princesse en francés, piselli mangiatutto y taccola en italiano... ¡si hasta tienen nombre en inglés, snow peas!
El caso es que en casa la única que comía bisaltos era mi abuela. Ni a mis padres ni a mi hermano ni a mí nos gustaban. Yo creo que en algún momento incluso llegué a probarlos (con esa predisposición adolescente a no dejar que probar las cosas pueda llevarnos a cambiar una idea preconcebida, en lo que se refiere a comida en general y verduras en particular). Hace unos años (cinco, concretamente) murió mi abuela. Puede que desde entonces no hubiese vuelto a ver bisaltos. Pero este invierno descubrí que hay vida más allá del Mercadona y el Eroski, y para comprar ciertos productos, he empezado a frecuentar las pequeñas tiendas "de toda la vida". Esta tarde, después de años sin haber vuelto a ver bisaltos, en la verdulería de la que soy cliente desde este invierno, me he dado de morros con los dichosos bisaltos. Casi me he emocionado, recordando a mi abuela (¿¿¿pero cómo que no te gustan??? Anda, come unos poquicos, ¡ignorante!). La verdulera, tras recordarme que los bisaltos son una verdura de temporada, que vienen solo para abril y mayo, me ha explicado varias maneras de hacerlos, y me ha aconsejado que aproveche el caldo de cocción, que es "delicao" (ha dicho, literalmente). He simulado (por respeto) un gran interés por las recetas que iba desgranando, pero uno ya lleva demasiado tiempo cocinando ciertas verduras al vapor y apañándolas con un simple chorro de aceite de oliva virgen como para meterme en aventuras culinarias.
Y así me los he hecho esta noche para cenar: al vapor, con un pelín de sal y aceite de oliva. Mi abuela igual hubiese dicho que hacerlos así era malemplearlos, que hay que cocerlos como se ha hecho toda la vida, con un poco de patata y tal. Será por el recuerdo de mi abuela, o porque realmente tienen un sabor tan característico como sutil... pero a mí me han sabido a gloria.
jueves, 7 de mayo de 2009
¿¿¿Seré drunkoréxico???
Quienes vais siguiendo hace algún tiempo este blog (gracias, guap@s), habréis deducido que lo de "Siempre a dieta" se está quedando en poco más que un título más o menos irónico del blog, porque lo que es yo, hace semanas (¿o debería decir meses?) que estoy haciendo una dieta tan tan laxa que realmente no merece el nombre de 'dieta'. En realidad, en cuanto a la alimentación, no me porto demasiado mal: sigo controlando la ingesta de carbohidratos "sólidos" (salvo en ocasiones especiales y más o menos inevitables), y eso hace que no esté engordando (me mantengo entorno a 87 k., medio kilo arriba o abajo según el día). Pero hay un elemento que este año está impidiendo que pueda decir que hago Atkins: el alcohol. A ver, no es que tome alcohol a diario, ni que lo tome nunca en grandes cantidades, pero es cierto que estoy pasando una temporada de más vida social, que se materializa en quedar algunas tardes entre semana con amigos/compañeros de trabajo a echar unas cañas y unas risas.
Un par de días nos ha pasado que hemos alargado las cañas y nos hemos ido cada uno a nuestra casa a una hora que ya era un poco tarde para cenar. Y en mi caso, sin nada de hambre, y un poco pedo. Así que no cenaba, no por estrategia premeditada, sino simplemente porque las varias cañas que llevaba encima me habían quitado el apetito. El caso es que por la mañana, al día siguiente, la báscula mostraba que había perdido algo de peso. "Vaya -pensaba-, no está mal esto de beber cervezas, no tener ganas de cenar y encima perder peso!". Por supuesto, esto solo me ha ocurrido un par de noches, y no me ha vuelto a pasar más. Incluso estuve a punto de escribir un post sobre el asunto, pero al final me dio un poco de corte y lo dejé estar.
Ya casi ni me acordaba de todo esto hasta hoy, que he leído una noticia sobre el último desorden de la alimentación identificado por los expertos: la drunkorexia (del inglés drunk 'bebido, borracho'). Dicho grosso modo, la drunkorexia consiste en dejar de tomar una parte de la ingesta diaria de alimentos para compensar las calorías extra que se ingieren con el alcohol. (Si queréis leer la noticia entera, pinchad aquí). Sobra decir que, tanto en términos de salud como de alimentación, es una auténtica barbaridad.
¿Habré estado flirteando, sin saberlo, con la drunkorexia? Creo que no, pero desde luego he entendido qué les pasa por la cabeza a los drunkoréxicos. Por suerte o por desgracia, yo no me podría encontrar entre sus filas: me gusta mucho comer bien (y sano) y no quiero ser de esos que quieren morir jóvenes para dejar un bonito cadáver.
Esta tarde, me temo que miraré con otros ojos (ojos de recelo) esas cañitas tentadoras...
Ya casi ni me acordaba de todo esto hasta hoy, que he leído una noticia sobre el último desorden de la alimentación identificado por los expertos: la drunkorexia (del inglés drunk 'bebido, borracho'). Dicho grosso modo, la drunkorexia consiste en dejar de tomar una parte de la ingesta diaria de alimentos para compensar las calorías extra que se ingieren con el alcohol. (Si queréis leer la noticia entera, pinchad aquí). Sobra decir que, tanto en términos de salud como de alimentación, es una auténtica barbaridad.
¿Habré estado flirteando, sin saberlo, con la drunkorexia? Creo que no, pero desde luego he entendido qué les pasa por la cabeza a los drunkoréxicos. Por suerte o por desgracia, yo no me podría encontrar entre sus filas: me gusta mucho comer bien (y sano) y no quiero ser de esos que quieren morir jóvenes para dejar un bonito cadáver.
Esta tarde, me temo que miraré con otros ojos (ojos de recelo) esas cañitas tentadoras...
sábado, 2 de mayo de 2009
No me llames "Dolores" llámame "Lola"...
Aunque volví a España el jueves por la noche, no he podido escribir hasta hoy, y tampoco tengo mucho rato. Estos días fuera no me he portado demasiado mal, pero como estoy en Barcelona en casa de unos amigos de esos que no necesitan báscula (y por tanto no tienen una), no puedo confirmar mis impresiones hasta el lunes por la mañana.
Cuál no fue mi sorpresa cuando ayer viernes abro la edición digital de El Periódico de Aragón y me encuentro con la noticia de que han descubierto... ¡unos bombones adelgazantes! Al bombón lo han bautizado como "Lola", y al parecer, tiene propiedades saciantes gracias a su contenido en espirulina (un tipo de alga) y en semillas de jojoba. Esperemos que no lleve mucho azúcar, porque si no, nada pueden hacer ni la espirulina ni las semillas de jojoba (no me digáis que la planta o árbol en cuestión no tiene nombre como de risa).
Os dejo el enlace a la noticia:
Cuál no fue mi sorpresa cuando ayer viernes abro la edición digital de El Periódico de Aragón y me encuentro con la noticia de que han descubierto... ¡unos bombones adelgazantes! Al bombón lo han bautizado como "Lola", y al parecer, tiene propiedades saciantes gracias a su contenido en espirulina (un tipo de alga) y en semillas de jojoba. Esperemos que no lleve mucho azúcar, porque si no, nada pueden hacer ni la espirulina ni las semillas de jojoba (no me digáis que la planta o árbol en cuestión no tiene nombre como de risa).
Os dejo el enlace a la noticia:
http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/noticia.asp?pkid=494972
jueves, 23 de abril de 2009
Las dos caras de la moneda.
El título de este post alude a dos noticias que nos hacen plantearnos qué nos está pasando cuando tanta gente tiene tantos problemas de relación con la comida. Una de las noticias se refiere a una ida de olla de Ryanair (compañía de vuelos de bajo coste) que no tiene otra finalidad que hacerse propaganda gratuita gracias a la gente con obesidad severa. La segunda, es la deriva de una actriz hacia la anorexia después de un desengaño amoroso. Un par de noticias para rumiar...
http://www.heraldo.es/index.php/mod.noticias/mem.detalle/idnoticia.45758
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/04/23/gentes/1240471065.html
http://www.heraldo.es/index.php/mod.noticias/mem.detalle/idnoticia.45758
http://www.elmundo.es/elmundo/2009/04/23/gentes/1240471065.html
Que paséis un buen viernes... No sé si me dará tiempo de escribir alguna entrada más antes del domingo, pero si no, estaré una semana y pico ausente por viaje de trabajo, así que ya sabéis, portaros mejor que yo... que es muy fácil, ¿eh? :)
lunes, 20 de abril de 2009
Dejándome tentar (capítulo 1000: los crespillos)
Dicen que Jesús de Nazaret se retiró al desierto para meditar durante 40 días, al cabo de los cuales fue tentado por Satanás, que le ofreció todo lo que solemos desear los seres humanos, especialmente cuando hemos sido privados de ello: comida, orgullo y poder. En mi caso, mal habría ido el asunto, porque no es que yo ceda a la tentación tras 40 días, es que yo cedo a la tentación cada 40 horas. Cada 40 minutos, en los peores días. Y no hace falta que venga el diablo a dar por saco: son los carbohidratos los que vienen a mi encuentro de las formas más variopintas e inesperadas.
Hoy mismo, que llevaba todo el día portándome francamente bien, la tentación ha venido en forma de crespillos. Los crespillos son un postre que se toma en la comarca altoaragonesa del Somontano de Barbastro, para la festividad de la Encarnación (25 de marzo), fecha en la que se supone que la Virgen quedó preñada, para dar a luz 9 meses después, en diciembre, cuando se recoge la oliva. Según la tradición popular de la zona, si la Virgen y las oliberas (como se les llama por aquí a los olivos) obtienen su fruto por las mismas fechas, es de esperar que se queden preñadas al mismo tiempo, es decir, nueve meses antes, para la Encarnación. Así que consumir crespillos se consideraba una especie de rito para que las oliberas se preñasen abundantemente y hubiese una buena cosecha después.
Hablando hace semanas con una amiga de Barbastro, le comenté que nunca había probado los dichosos crespillos, y ahí quedó la cosa. ¿Quién iba a esperar que hoy, casi un mes después de la Encarnación, apareciese, la pobre, con un enorme plato de crespillos recién hechos? Los crespillos son hojas de borraja (una humilde verdura típica de Aragón y otras zonas del valle del Ebro) rebozadas en una pasta de harina, huevos, azúcar, leche, granos de anís, etc., que se fríe en aceite de oliva y se espolvorea de azúcar (tenéis recetas en internet, pero no os pongo los enlaces para no tentaros más de lo necesario).
Así que ahí estaba yo, frente al plato de crespillos, y junto a mi amiga, expectante a ver qué tal me parecían sus crespillos. ¿Quién se va a resistir, y más en pleno periodo de "viva la vida, abajo la dieta"? Ni que decir tiene que estaban riquíiiiisimos...
Para otro día queda pendiente que os hable un poco más por extenso de la versión inofensiva de este postre: la borraja. Pero eso será otro rato.
Hoy mismo, que llevaba todo el día portándome francamente bien, la tentación ha venido en forma de crespillos. Los crespillos son un postre que se toma en la comarca altoaragonesa del Somontano de Barbastro, para la festividad de la Encarnación (25 de marzo), fecha en la que se supone que la Virgen quedó preñada, para dar a luz 9 meses después, en diciembre, cuando se recoge la oliva. Según la tradición popular de la zona, si la Virgen y las oliberas (como se les llama por aquí a los olivos) obtienen su fruto por las mismas fechas, es de esperar que se queden preñadas al mismo tiempo, es decir, nueve meses antes, para la Encarnación. Así que consumir crespillos se consideraba una especie de rito para que las oliberas se preñasen abundantemente y hubiese una buena cosecha después.
Hablando hace semanas con una amiga de Barbastro, le comenté que nunca había probado los dichosos crespillos, y ahí quedó la cosa. ¿Quién iba a esperar que hoy, casi un mes después de la Encarnación, apareciese, la pobre, con un enorme plato de crespillos recién hechos? Los crespillos son hojas de borraja (una humilde verdura típica de Aragón y otras zonas del valle del Ebro) rebozadas en una pasta de harina, huevos, azúcar, leche, granos de anís, etc., que se fríe en aceite de oliva y se espolvorea de azúcar (tenéis recetas en internet, pero no os pongo los enlaces para no tentaros más de lo necesario).
Así que ahí estaba yo, frente al plato de crespillos, y junto a mi amiga, expectante a ver qué tal me parecían sus crespillos. ¿Quién se va a resistir, y más en pleno periodo de "viva la vida, abajo la dieta"? Ni que decir tiene que estaban riquíiiiisimos...
Para otro día queda pendiente que os hable un poco más por extenso de la versión inofensiva de este postre: la borraja. Pero eso será otro rato.
martes, 14 de abril de 2009
Vuelta a la normalidad, vuelta a la bici.
Después de unos días de vacaciones, volvemos a la normalidad, al día a día. Así que para celebrarlo, me he ido con mi bici y mi cámara de fotos a dar una vuelta, ¡casi hora y media de pedaleo! Bueno, a esa hora y media habría que descontar los ratos que me paro a hacer las fotos, que no son tan pocos. Entre las fotos que he cogido hoy, me ha hecho especial ilusión la que encabeza esta entrada: dos ababoles (o amapolas), dos promesas de que el tiempo tan malo que ha hecho en Semana Santa tiene que estar a punto de acabar.
"Mi" rincón está ya completamente vestido de verde, como se puede apreciar en la foto:
La excursión de hoy ha sido algo más arriesgada de lo habitual, habida cuenta de que he sido testigo de cómo se formaba una tormenta, y cómo su trayecto y el mío han estado a punto de encontrarse. Estas pintas tenía la dichosa tormenta, que al final ha tenido a bien desviarse hacia otro punto... ¡por poco!
Pues nada, espero que os haya gustado esta pequeña excursión fotográfica. Esta mañana la báscula me ha sorprendido no mostrando apenas ningún aumento de peso, así que en agradecimiento hoy he pedaleado con más ganas... Hace semanas que no pierdo nada, pero al menos, tampoco engordo. Y eso no está nada mal.
miércoles, 8 de abril de 2009
Adelgazar... ¿sin matarse?
Después de unos cuantos días alejado del blog (es lo que tiene estar de vacaciones, que uno para poco por casa...), vuelvo con un nuevo libro sobre dietas: Adelgazar sin matarse. Su autor, el doctor Jaime Brugos, con la misma humildad que caracteriza a muchos otros autores de libros sobre dietas, afirma sin rubor que su dieta (a la que llama isoproteica) es "el sistema nutricional más avanzado que existe", destacando que es "perfecto para combatir todos los desórdenes nutricionales, incluida la anorexia y la megarexia. También es la forma más fácil y completa de nutrición para las personas que, estando sanas y sin problemas de peso, desean estar lo más sanas posibles" (p. 42). O sea, es la hostia, en pocas palabras.
Pero el autor del libro, además de humilde, es un verdadero filántropo, y no contentándose con buscar la redención de los que andamos excedidos de peso, el doctor Brugos se impone aún más altas miras: "Mi objetivo de batir el récord de longevidad es sólo el principio de una revolución nutricional orientada a aumentar la longevidad y la calidad de vida. Como no se trata de una tarea fácil (puede incluso convertirse en la obra más importante de la humanidad), he decidido dedicarle el resto de mis días, reuniendo para ello a un importante grupo de técnicos colaboradores, al que espero se vayan incorporando miles de expertos de todo el mundo que tengan inquietudes similares" (p. 23). Desde luego, ¡hay gente que no necesita abuela! Está guay eso de ponerse a escribir un libro sobre nutrición y acabar salvando a la Humanidad y obteniendo adhesiones en masa de la comunidad científica...
Independientemente de que haya aspectos de la teoría expuesta por Brugos que me parezcan más o menos interesantes, hay alguna idea que me parece demasiado subversiva, por ejemplo en torno a las frutas y las verduras, de las cuales dice que "son alimentos extremadamente pobres en proteínas, por lo que no se pueden considerar alimentos completos ni sirven para regenerar nuestro organismo" (p. 74). Así que no tiene problema en realizar la siguiente afirmación: "¡Llevo más de 24 años sin tomar frutas ni zumos de frutas y estoy a disposición de todo aquel que quiera comprobar mi estado físico interno y externo a mis 65 años de edad! Si creyera que tomar fruta tiene alguna ventaja para mí, no tenga el lector la más mínima duda de que lo haría" (p. 74). No sé yo si habría muchos médicos dispuestos a firmar algo así... desde luego, Atkins no lo haría (Atkins subraya la necesidad de comer verduras y también algunas frutas, ricas en antioxidantes y bajas en carbohidratos).
Hay otros aspectos del libro que sí me parecen muy convincentes: lodo lo que se dice sobre el azúcar (al que llama, con razón, "el dulce asesino"), sobre las dietas altas en carbohidratos, sobre lo importante que es la proteína, sobre lo que se ha satanizado a las grasas... es muy interesante. Pero en algunos momentos he tenido la sensación de que me encontraba ante una especie de nuevo mesías de la nutrición, y ese rollo no me mola nada, por mucho que estemos en vísperas de Semana Santa...
Así que solo me queda desearos una Feliz Pascua de Resurrección...
sábado, 28 de marzo de 2009
Gazpacho y longevidad
Os dejo el link a una noticia publicada en la versión digital del Heraldo de Aragón. Trata sobre la vida de Carmen Vázquez (actriz de origen chileno que está a punto de cumplir 109 años) y sobre lo que ella considera que es la clave de su longevidad: el gazpacho. Aunque viendo cómo habla, cómo se expresa, y cómo ha sabido vivir su vida esta buena mujer, uno duda de que el gazpacho sea el único ingrediente de su secreto...
viernes, 27 de marzo de 2009
El diablo se viste de trenza (de Almudévar)
Almudévar es un pueblo de la provincia de Huesca, junto a la autovía que une la capital altoaragonesa con Zaragoza. A muchos aragoneses les suena el nombre de Almudévar porque es allí donde nació y vivió Pedro Saputo, un personaje literario, protagonista de divertidas anécdotas, imaginado por un escritor aragonés del S. XIX llamado Braulio Foz. Pero hay algo en Almudévar que ha superado en reconocimiento al propio Pedro Saputo, y es, nada más y nada menos, que la llamada "trenza de Almudévar".
He oído decir que la inventó alguien con la única intención de tentar a los creyentes (seamos practicantes o no) de la dieta Atkins. O de cualquier otra dieta. Un invento diabólico, vamos. Se trata, en fin, de una trenza elaborada con hojaldre de mantequilla, rellena de pasas, nueces y almendra. A diferencia de otras, es muy jugosa y tierna por dentro, pero por fuera tiene una textura ligeramente crujiente, con azúcar glaseado. Debido a la calidad de sus ingredientes, a su cuidada elaboración y a la ausencia de aditivos, el Gobierno de Aragón le concedió la "C" de Calidad Alimentaria, una especie de galardón que se concede a los productos de calidad sobresaliente.
Y todo esto viene a colación porque una compañera de trabajo cumplía hoy años, y no ha tenido mejor ocurrencia que traernos un par de trenzas. Y oye, es mejor no caer en la tentación, pero si hay que caer en ella, pues que sea con algo que merezca la pena, ¿no? Y sí, me he dejado tentar por un trocito de trenza de Almudévar. Bueno, dos. Pero el segundo era más pequeño que el primero, así que no cuenta, jeje.
No es que os aconseje caer en la tentación, ni mucho menos. Solo que si algún día hay que saltarse Atkins, o la dieta que sea, es mejor hacerlo con un trozo de trenza de Almudévar que con un paquete de pseudo-galletas dietéticas con sabor a paja...
He oído decir que la inventó alguien con la única intención de tentar a los creyentes (seamos practicantes o no) de la dieta Atkins. O de cualquier otra dieta. Un invento diabólico, vamos. Se trata, en fin, de una trenza elaborada con hojaldre de mantequilla, rellena de pasas, nueces y almendra. A diferencia de otras, es muy jugosa y tierna por dentro, pero por fuera tiene una textura ligeramente crujiente, con azúcar glaseado. Debido a la calidad de sus ingredientes, a su cuidada elaboración y a la ausencia de aditivos, el Gobierno de Aragón le concedió la "C" de Calidad Alimentaria, una especie de galardón que se concede a los productos de calidad sobresaliente.
Y todo esto viene a colación porque una compañera de trabajo cumplía hoy años, y no ha tenido mejor ocurrencia que traernos un par de trenzas. Y oye, es mejor no caer en la tentación, pero si hay que caer en ella, pues que sea con algo que merezca la pena, ¿no? Y sí, me he dejado tentar por un trocito de trenza de Almudévar. Bueno, dos. Pero el segundo era más pequeño que el primero, así que no cuenta, jeje.
No es que os aconseje caer en la tentación, ni mucho menos. Solo que si algún día hay que saltarse Atkins, o la dieta que sea, es mejor hacerlo con un trozo de trenza de Almudévar que con un paquete de pseudo-galletas dietéticas con sabor a paja...
miércoles, 25 de marzo de 2009
Pequeños caprichos en Atkins...
Semana complicada otra vez, laboralmente hablando, y sin tiempo para bici. Sigo sin perder ni un gramo, pero tampoco me lo gano, así que de momento, tranquilo. Ahora mismo estoy teniendo un plus de vida social (con un importante componente etílico-cervecero) que me impide seguir Atkins en serio, pero aparte del zumo de cebada que ingiero un día sí y otro también, voy vigilando la alimentación para no pasarme, y debo decir que en esto he tenido éxito... En Semana Santa espero volver al menos un par de semanas a inducción, a ver si me quito algún kilillo y luego lo mantengo.
Hay que reconocer que llevar una alimentación con hidratos de carbono controlados hace que uno coma de manera excepcional ciertos alimentos que a todos nos encantan (pastas, arroces, patatas, etc.). Pero de vez en cuando, uno puede encontrar en el mercado productos que le sorprenden gratamente y que nos permiten darnos de vez en cuando algunos caprichitos sin abusar de los carbohidratos.
Uno de ellos, del que me declaro fan incondicional (a pesar de que lo consumo muy de cuando en cuando) es un ketchup light, bajo en azúcares e hidratos de carbono, que se comercializa en España bajo la marca Prima. Contiene 6.6 g. de carbohidratos y 4.2 g. de fibra, y por si a alguien (aún) le interesan las calorías, diremos que solo tiene 35 kcal. por 100 g. y que está enriquecido (artificialmente) con 6 vitaminas. Obviamente, es mejor utilizarlo con prudencia y no abusar, pero la verdad que recuperar el sabor del ketchup al comernos una hamburguesa (¡sin pan, claro!), vale la pena.
Otro caprichico que no está nada mal es el chocolate negro, concretamente, el que tiene un 85 % de cacao. El que consumo yo habitualmente es el de Lindt, que contiene "solo" 19 g. de carbohidratos por cada 100 g. Cada porción es de 10 g., o sea, que si nos comemos un par de porciones al día, solo ingerimos 3.8 g. de deliciosos hidratos de carbono... ¡Eso, sin contar con sus anticancerígenos flavonoides! También Hacendado (la marca blanca de una conocida cadena de supermercados) tiene un chocolate con el 85% de cacao, con más cantidad de carbohidratos, pero que provienen de los polialcoholes (un tipo de edulcorante que nombra Atkins dentro de los que no influyen en los niveles de insulina, creo recordar vagamente).
En fin, un par de caprichitos que, con moderación, podemos darnos incluso cuando nos ponemos serios con nosotros mismos en inducción...
Hay que reconocer que llevar una alimentación con hidratos de carbono controlados hace que uno coma de manera excepcional ciertos alimentos que a todos nos encantan (pastas, arroces, patatas, etc.). Pero de vez en cuando, uno puede encontrar en el mercado productos que le sorprenden gratamente y que nos permiten darnos de vez en cuando algunos caprichitos sin abusar de los carbohidratos.
Uno de ellos, del que me declaro fan incondicional (a pesar de que lo consumo muy de cuando en cuando) es un ketchup light, bajo en azúcares e hidratos de carbono, que se comercializa en España bajo la marca Prima. Contiene 6.6 g. de carbohidratos y 4.2 g. de fibra, y por si a alguien (aún) le interesan las calorías, diremos que solo tiene 35 kcal. por 100 g. y que está enriquecido (artificialmente) con 6 vitaminas. Obviamente, es mejor utilizarlo con prudencia y no abusar, pero la verdad que recuperar el sabor del ketchup al comernos una hamburguesa (¡sin pan, claro!), vale la pena.
Otro caprichico que no está nada mal es el chocolate negro, concretamente, el que tiene un 85 % de cacao. El que consumo yo habitualmente es el de Lindt, que contiene "solo" 19 g. de carbohidratos por cada 100 g. Cada porción es de 10 g., o sea, que si nos comemos un par de porciones al día, solo ingerimos 3.8 g. de deliciosos hidratos de carbono... ¡Eso, sin contar con sus anticancerígenos flavonoides! También Hacendado (la marca blanca de una conocida cadena de supermercados) tiene un chocolate con el 85% de cacao, con más cantidad de carbohidratos, pero que provienen de los polialcoholes (un tipo de edulcorante que nombra Atkins dentro de los que no influyen en los niveles de insulina, creo recordar vagamente).
En fin, un par de caprichitos que, con moderación, podemos darnos incluso cuando nos ponemos serios con nosotros mismos en inducción...
viernes, 20 de marzo de 2009
Barcelona és bona (pero cansa un huevo)
He aprovechado que hoy he tenido fiesta para venirme a pasar el finde a Barcelona y ver a varios amigos de Zaragoza que andan por aquí. Como ellos hoy trabajaban, me he dedicado a comprarme algunas cosillas que me hacían falta. Luego he quedado a comer con ellos en un restaurante (unas berenjenas, conejo con patata a la brasa y sí, maldición, sí, postre...) y por la tarde, más compras (y varios kilómetros de paseos para quemar los carbohidratos del dichoso postre). He llegado hace un rato a casa y literalmente estoy reventado... creo que he hecho más deporte hoy que en varios días en bici. La verdad es que me he acostumbrado a vivir en una ciudad de 17.000 habitantes, y cuando vengo a Barcelona (y no digamos cuando voy a Madrid), me siento un poco como Paco Martínez Soria en La ciudad no es para mí.
Bueno, en realidad, casi siempre me siento así cuando entro en tiendas de ropa tipo H&M, Zara, etc., porque veo prendas imposibles y cuerpos superdelgados pululando a mi alrededor, mirándome (o eso podría jurar yo) con cara de estar pensando "pero a ver, hipopótamo, ¿por qué te escapas del zoo y vienes aquí a molestarnos, no ves que aquí no hay nada para ti?" Pero bueno, igual es solo que me sugestiono fácilmente. Esta mañana, se me ha cruzado por la cabeza el siguiente pensamiento: cuando estaba en 93 kilos, habría dado un brazo por pesar los 87 que peso ahora, y sin embargo, estoy ahora más obsesionado que entonces con si me sale papada, o si se me ve tripa... Era uno de esos pensamientos levemente autodestructivos que de vez en cuando nos asaltan pero que luego se deshacen y nos dejan en paz. ¡Está guay esto de irse conociendo y no culpabilizarse por tener de vez en cuando pensamientos peregrinos!
El caso es que entre caminatas por la calle, por las galerías del metro, por las tiendas, por el barrio, etc., he hecho más kilómetros y he quemado más calorías que en una maratón. ¡No me vendrá mal! A ver dónde me llevan a cenar los cabrones de mis amigos, porque ya les he dicho que ni japonés ni pizzerías ni macdonalds. Que con la comida de hoy, ya he superado con creces la ingesta de carbohidratos "malos" de la semana.
Bueno, en realidad, casi siempre me siento así cuando entro en tiendas de ropa tipo H&M, Zara, etc., porque veo prendas imposibles y cuerpos superdelgados pululando a mi alrededor, mirándome (o eso podría jurar yo) con cara de estar pensando "pero a ver, hipopótamo, ¿por qué te escapas del zoo y vienes aquí a molestarnos, no ves que aquí no hay nada para ti?" Pero bueno, igual es solo que me sugestiono fácilmente. Esta mañana, se me ha cruzado por la cabeza el siguiente pensamiento: cuando estaba en 93 kilos, habría dado un brazo por pesar los 87 que peso ahora, y sin embargo, estoy ahora más obsesionado que entonces con si me sale papada, o si se me ve tripa... Era uno de esos pensamientos levemente autodestructivos que de vez en cuando nos asaltan pero que luego se deshacen y nos dejan en paz. ¡Está guay esto de irse conociendo y no culpabilizarse por tener de vez en cuando pensamientos peregrinos!
El caso es que entre caminatas por la calle, por las galerías del metro, por las tiendas, por el barrio, etc., he hecho más kilómetros y he quemado más calorías que en una maratón. ¡No me vendrá mal! A ver dónde me llevan a cenar los cabrones de mis amigos, porque ya les he dicho que ni japonés ni pizzerías ni macdonalds. Que con la comida de hoy, ya he superado con creces la ingesta de carbohidratos "malos" de la semana.
miércoles, 18 de marzo de 2009
Más bici...
Alarga el día, y hoy, a última hora de la tarde, me ha dado tiempo de darme un paseo corto (unos 45 min.) en bici; ya sé que no es mucho, pero menos es nada... y la verdad, la semana que no puedo coger la bici por falta de tiempo, la echo de menos. Así que nada, os dejo un par de fotos del camino que he hecho hoy, y que ya había hecho otras veces (aunque no había constancia fotográfica). El relieve que rodea el camino, sin ser espectacular, es verdaderamente curioso, como podréis apreciar en la foto (¿veis también mi bici, qué majica?).
El camino, vigilado nada menos que por un castillo templario, transcurre entre tierras de cultivo y monte. A la hora en que hoy me encontraba dándole a los pedales, hace un mes era de noche. Hoy me estaba deleitando con los olores de la vegetación en plena eclosión primaveral, hasta que ha tocado pasar por delante de una granja porcina y casi me caigo de la bici, pero bueno, gajes del oficio... A partir de ahora, y sobre todo cuando cambien la hora, voy a poder coger la bici por lo menos tres días a la semana!! Espero que se note en la báscula... que por cierto, esta mañana casi me ha absuelto de mis últimos y numerosos pecados (veniales, que no mortales, ¿eh?). Bueno, pasadlo bien los que estéis de puente. Yo mañana curro, pero el viernes tengo fiesta.
martes, 17 de marzo de 2009
Más primavera...
Esta tarde, después de escribir la anterior entrada del blog, me he ido con la bici... ¡una hora y cuarto! No está nada mal, ¿eh? Además, parece que me canso menos, igual es por el buen tiempo que hace, porque alarga el día, porque ya apetece ponerse de manga corta (al menos cuando ya llevas un rato pedaleando...). No he podido evitar la tentación de hacer una foto a mi rincón favorito... si la comparáis con la foto del 25 de febrero, veréis qué cambio... y es que, como cada año nos recuerda El Corte Inglés... ya es primavera.
lunes, 16 de marzo de 2009
Michael Pollan y el nutricionismo.
¿Comida?
Sigo leyendo el libro del que hablaba en la anterior entrada, El detective en el supermercado. Su autor, Michael Pollan, defiende que las causas de muchas enfermedades propias de occidente (cáncer, cardiopatías, obesidad, etc.) están muy relacionadas con los alimentos altamente procesados y desnaturalizados que estamos consumiendo. Además, el autor ataca de forma demoledora lo que él denomina nutricionismo. Dicho de manera muy simple, podríamos definir el nutricionismo como una tremenda simplificación científica que ha propiciado que estemos más pendientes de los nutrientes (en cuanto que componentes químicos de los alimentos) que de los propios alimentos. Según el autor (y es fácil estar de acuerdo con él), la ciencia nutricionista aísla los componentes de los alimentos y estudia su comportamiento como elementos aislados, olvidando las complejísimas relaciones que esos componentes pueden establecer entre sí en un mismo alimento, en el contexto de una dieta concreta y en el marco de un estilo de vida determinado.
Pollan expresa muy bien algo que yo, después de haber perdido mucho peso con dietas tan dispares como La Antidieta y Atkins, ya intuía: el ser humano puede adaptarse, con garantías de salud, a un enorme abanico de dietas distintas: dietas vegetarianas, piscívoras o carnívoras, dietas con predominio de carbohidratos, con predominio de grasas o con predominio de proteínas... La única condición es que esas dietas estén basadas en comida de verdad, no en alimentos tremendamente procesados y artificiales, como los que cada vez en mayor cantidad llenan nuestras cestas de la compra, y que son los culpables de un amplio abanico de males que aquejan la salud de nuestras sociedades.
El libro explica muy bien cómo ciertos científicos y cierta industria de la alimentación se complementan perfectamente para "mejorar" y "enriquecer" los alimentos, de tal forma que al final el consumidor no come alimentos naturales, sino alimentos sumamente procesados y llenos de aditivos. Un buen ejemplo, al que aludí en el post anterior, es el de las grasas, señaladas en las últimas décadas como culpables de provocar cáncer, infartos, colesterol, etc., hasta que se descubrió el papel crucial que desempeñaba en todo ello la relación entre carbohidratos refinados e insulina dentro de nuestro cuerpo. Partiendo de supuestos estudios científicos que corroboraban la visión "antigrasa", se comenzó la producción de numerosos productos "libres de grasa", en los que de forma artificial se eliminaban las grasas naturales y se sustituían por carbohidratos refinados sumamente procesados, lo cual ha llevado a un aumento vertiginoso de las tasas de obesidad en los países occidentales.
El autor termina concluyendo que hay que comer comida (es decir, comida de verdad y no imitaciones industriales), en la cantidad adecuada, y con predominio de verduras de hoja, sin tener que renunciar a ningún alimento que sea comida de verdad.
A ver si alguien más se anima a leer el libro (hay partes que están muy bien, otras se me han hecho un poco ladrillo, la verdad) y lo comentamos.
Pollan expresa muy bien algo que yo, después de haber perdido mucho peso con dietas tan dispares como La Antidieta y Atkins, ya intuía: el ser humano puede adaptarse, con garantías de salud, a un enorme abanico de dietas distintas: dietas vegetarianas, piscívoras o carnívoras, dietas con predominio de carbohidratos, con predominio de grasas o con predominio de proteínas... La única condición es que esas dietas estén basadas en comida de verdad, no en alimentos tremendamente procesados y artificiales, como los que cada vez en mayor cantidad llenan nuestras cestas de la compra, y que son los culpables de un amplio abanico de males que aquejan la salud de nuestras sociedades.
El libro explica muy bien cómo ciertos científicos y cierta industria de la alimentación se complementan perfectamente para "mejorar" y "enriquecer" los alimentos, de tal forma que al final el consumidor no come alimentos naturales, sino alimentos sumamente procesados y llenos de aditivos. Un buen ejemplo, al que aludí en el post anterior, es el de las grasas, señaladas en las últimas décadas como culpables de provocar cáncer, infartos, colesterol, etc., hasta que se descubrió el papel crucial que desempeñaba en todo ello la relación entre carbohidratos refinados e insulina dentro de nuestro cuerpo. Partiendo de supuestos estudios científicos que corroboraban la visión "antigrasa", se comenzó la producción de numerosos productos "libres de grasa", en los que de forma artificial se eliminaban las grasas naturales y se sustituían por carbohidratos refinados sumamente procesados, lo cual ha llevado a un aumento vertiginoso de las tasas de obesidad en los países occidentales.
El autor termina concluyendo que hay que comer comida (es decir, comida de verdad y no imitaciones industriales), en la cantidad adecuada, y con predominio de verduras de hoja, sin tener que renunciar a ningún alimento que sea comida de verdad.
A ver si alguien más se anima a leer el libro (hay partes que están muy bien, otras se me han hecho un poco ladrillo, la verdad) y lo comentamos.
sábado, 14 de marzo de 2009
Michael Pollan y las grasas
Michael Pollan es el autor de El detective en el supermercado, un libro sobre alimentación que me he comprado esta misma mañana y que, según reza la portada, es un superventas mundial, con más de 400.000 ejemplares vendidos. Estando en la librería, he echado un vistazo al índice, y me he encontrado con un epígrafe titulado "La hipótesis lipídica se desmorona". No he podido por menos que leérmelo (dado que las críticas más feroces al método Atkins se centran en el aporte supuestamente demasiado alto de grasas). El autor explica que eso de la hipótesis lipídica se refiere a "la idea de que las grasas alimenticias son responsables de las enfermedades crónicas", y respeto a esta idea, no se anda por las ramas y señala el fracaso total de las teorías (o dogmas) que culpabilizaban a las grasas como fuente principal de todos nuestros males.
Pollan se refiere a un artículo de un grupo de importantes científicos de la Escuela de Salud Pública de Harvard sobre la relación entre grasas alimenticias y riesgo de cardiopatías coronarias. En ese informe, los autores reconocen que durante las últimas décadas "la reducción de la ingesta de grasas ha sido el centro de atención de las recomendaciones dietéticas nacionales. Para la mayoría de la gente, las palabras grasas alimenticias se han convertido en sinónimas de obesidad y enfermedades cardiacas, mientras que las expresiones bajo en grasas y libre de grasas lo han sido de salud cardiaca". Sin embargo, dicen, "se acepta cada vez más que la campaña a favor de una alimentación baja en grasas estaba basada en escasas pruebas científicas y puede haber tenido consecuencias no deliberadas sobre la salud". La excepción, por supuesto, son las temibles grasas vegetales hidrogenadas, que, paradójicamente, son las únicas permitidas en muchas dietas "bajas en grasa", y que sí han demostrado sus efectos letales para la salud coronaria.
Supongo que a los lectores de Atkins todo esto nos suena bastante, ¿no? En fin, a ver si me leo el libro completo y os cuento qué tal. ¡Feliz fin de semana!
Pollan se refiere a un artículo de un grupo de importantes científicos de la Escuela de Salud Pública de Harvard sobre la relación entre grasas alimenticias y riesgo de cardiopatías coronarias. En ese informe, los autores reconocen que durante las últimas décadas "la reducción de la ingesta de grasas ha sido el centro de atención de las recomendaciones dietéticas nacionales. Para la mayoría de la gente, las palabras grasas alimenticias se han convertido en sinónimas de obesidad y enfermedades cardiacas, mientras que las expresiones bajo en grasas y libre de grasas lo han sido de salud cardiaca". Sin embargo, dicen, "se acepta cada vez más que la campaña a favor de una alimentación baja en grasas estaba basada en escasas pruebas científicas y puede haber tenido consecuencias no deliberadas sobre la salud". La excepción, por supuesto, son las temibles grasas vegetales hidrogenadas, que, paradójicamente, son las únicas permitidas en muchas dietas "bajas en grasa", y que sí han demostrado sus efectos letales para la salud coronaria.
Supongo que a los lectores de Atkins todo esto nos suena bastante, ¿no? En fin, a ver si me leo el libro completo y os cuento qué tal. ¡Feliz fin de semana!
lunes, 9 de marzo de 2009
La táctica de la avestruz.
Sigo vivo... ¡que no es poco! Esta semana empiezo a ver la luz al final del túnel (en cuanto a cantidad de trabajo), y espero poder tener algún ratillo para leer los últimos post que han ido apareciendo en la blogosfera de las dietas.
Hablando de dietas: la mía la tengo un poco abandonada, no en plan "paso-de-todo-a-la-mierda", ni mucho menos, sino más bien "virgencica-virgencica-que-me-quede-como-estaba". Vamos, que estoy haciendo una especie de mantenimiento flexible (igual hasta demasiado flexible), pero que tampoco estoy cometiendo atrocidades. Por si acaso, estoy siguiendo la táctica de la avestruz: esconder la cabeza debajo del ala, o sea, esconder la báscula debajo del mueble del baño y no subirme a ella ni por accidente. Aunque leí hace tiempo que eso de que las avestruces escondían la cabeza bajo el ala era una leyenda urbana, o campestre, más bien pero leyenda al fin y al cabo, y que las avestruces solo meten la cabeza bajo el ala para dormir.
No creo haber engordado demasiado, probablemente, eso sí, haya perdido la meta de los 86 y haya regresado a los 87 y pico, u 87 largos... pero nada que no se remedie en unos pocos días. Por cierto, que ayer casi mato a un amigo que siempre critica la dieta Atkins, y en plan cabrón va y me suelta: "total, para los resultados que estás obteniendo...". La cara que puse debió de ser tal que mi amigo optó por no seguir precisamente la táctica del avestruz y huir a una distancia prudencial, lejos del alcance de cualquier objeto contundente de los que me rodeaban... El comentario me jodió, pero también me hizo ver que llevo semanas mareando la perdiz sin perder rien de rien, y que eso tiene que cambiar... Y desde luego la culpa no es de la dieta, sino de no seguirla, of course. Así que acepto broncas. Por avestruz.
Hablando de dietas: la mía la tengo un poco abandonada, no en plan "paso-de-todo-a-la-mierda", ni mucho menos, sino más bien "virgencica-virgencica-que-me-quede-como-estaba". Vamos, que estoy haciendo una especie de mantenimiento flexible (igual hasta demasiado flexible), pero que tampoco estoy cometiendo atrocidades. Por si acaso, estoy siguiendo la táctica de la avestruz: esconder la cabeza debajo del ala, o sea, esconder la báscula debajo del mueble del baño y no subirme a ella ni por accidente. Aunque leí hace tiempo que eso de que las avestruces escondían la cabeza bajo el ala era una leyenda urbana, o campestre, más bien pero leyenda al fin y al cabo, y que las avestruces solo meten la cabeza bajo el ala para dormir.
No creo haber engordado demasiado, probablemente, eso sí, haya perdido la meta de los 86 y haya regresado a los 87 y pico, u 87 largos... pero nada que no se remedie en unos pocos días. Por cierto, que ayer casi mato a un amigo que siempre critica la dieta Atkins, y en plan cabrón va y me suelta: "total, para los resultados que estás obteniendo...". La cara que puse debió de ser tal que mi amigo optó por no seguir precisamente la táctica del avestruz y huir a una distancia prudencial, lejos del alcance de cualquier objeto contundente de los que me rodeaban... El comentario me jodió, pero también me hizo ver que llevo semanas mareando la perdiz sin perder rien de rien, y que eso tiene que cambiar... Y desde luego la culpa no es de la dieta, sino de no seguirla, of course. Así que acepto broncas. Por avestruz.
lunes, 2 de marzo de 2009
El sudor de mi frente.
No sé si sabréis que la palabra trabajo procede del latín TRIPALIUM, término que designaba a un pizpireto instrumento de tortura hecho con tres palos (tri-palium) que tenía la simpática finalidad de servir como soporte para azotar a los esclavos desobedientes. De ahí pasó a designar cualquier actividad que producía sufrimiento, sobre todo físico, y de ahí hasta nuestros días. El caso es que durante esta semana voy a estar bastante absorbido por mi tripalium particular, y ya se sabe la maldición, "ganarás el pan con el sudor de tu frente". En mi caso, el pan no, que es demasiado alto en carbos, pero sí la hipoteca, la letra del coche, gastos corrientes... lo típico.
En otras palabras, que voy a tener el blog algo menos activo, pero no así la dieta, ¿eh? Este finde no me he portado demasiado bien, pero tampoco ha sido desastroso. Sigo ahí entre los 86 y los 87, según el día... Bueno, a cuidarse y a quererse mucho.
En otras palabras, que voy a tener el blog algo menos activo, pero no así la dieta, ¿eh? Este finde no me he portado demasiado bien, pero tampoco ha sido desastroso. Sigo ahí entre los 86 y los 87, según el día... Bueno, a cuidarse y a quererse mucho.
miércoles, 25 de febrero de 2009
Fotos y ceniza
Este es el paraje del que he hablado en algún post, con mi bici plantificada en medio. El río dibuja una curva en su curso, abriéndose paso por un apretado soto (bosque de ribera) en el que los sauces empiezan tímidamente a reverdecer. Hoy me he acercado hasta allí en bici, y he hecho unas fotos para colgar aquí. Para llegar a ese lugar, antes hay que cruzar una enorme chopera, que en invierno presenta un aspecto casi fantasmal:
El camino transcurre muy cerca del cauce del río, y en algunos momentos se encarama sobre él:
No sé qué tiene ese sitio, pero me da muy buenas vibraciones. Pero para buenas vibraciones, las de mi (hoy sí) querida báscula. Esta mañana me he subido a ella, imaginando que ya casi estaría rozando el 87.0, y en cambio... ¡¡ha marcado 86.6!! Me he vuelto a subir, ¡y lo mismo! ¡Por fiiiin! La verdad es que me ha costado casi un mes bajar de 87, es lo que tiene saltarse la dieta más días de los que se hace, pero bueno, yo, más que contento, porque después de casi trece meses sin fumar, ya solo me faltan perder 3-4 kiletes para volver a quedarme como estaba. Y tal vez, bajar alguno más de propina.
Bueno, pues nada, que acabéis bien este miércoles de ceniza, fecha que en el calendario cristiano nos recuerda que todo lo material de nuestra vida tiene una fecha de caducidad, que lo que en determinado momento es motivo de orgullo y engreimiento al final solo será polvo, y que lo que realmente importa en la vida son otras cosas. Algo que solemos intuir, pero que a menudo ignoramos u olvidamos... Bueno, ¡a cuidarse!
Bueno, pues nada, que acabéis bien este miércoles de ceniza, fecha que en el calendario cristiano nos recuerda que todo lo material de nuestra vida tiene una fecha de caducidad, que lo que en determinado momento es motivo de orgullo y engreimiento al final solo será polvo, y que lo que realmente importa en la vida son otras cosas. Algo que solemos intuir, pero que a menudo ignoramos u olvidamos... Bueno, ¡a cuidarse!
martes, 24 de febrero de 2009
Ya están aquiiií...
Parece que va en serio: comienzan los primeros síntomas de la primavera: los días empiezan a alargar, florecen los primeros almendros, y ya lo definitivo: en algunas tiendas y supermercados hace unos días que tienen fresas. El otro día en Barcelona compré unas pocas a unos 6 € el kilo, pero hoy en mi frutería habitual las he comprado a 4.50€. Ya sé que no están nada baratas, y que las primeras todavía saben un poco a nada, pero qué queréis que os diga, no he podido evitar el capricho: la fresa, por su bajo contenido en hidratos de carbono, es una de las frutas aliadas de los que seguimos una alimentación con restricción de carbohidratos, y no aun así no queremos renunciar al placer de la fruta y sus beneficios.
Según la tabla que se consulte, 100 g. de fresa contienen entre 5.5 y 7 g. de carbohidratos, pero además tienen una cantidad importante de fibra. En la tabla de contenidos en carbos que aparece al final del libro de Atkins, se nos dice que 1/4 de taza de fresas (que nunca he sabido a cuántos gramos equivalen) contiene 2.7 g. de carbos, y solo 1.8 g. de ellos son "de fácil absorción". Esta división entre hidratos de carbono "totales" y "de fácil absorción" me lleva un poco de cabeza, no porque sea difícil de entender (el número "total" de HC incluye la fibra, los "de fácil absorción" son los que quedan una vez restada la fibra), sino porque nunca he sabido si el etiquetado español (en el que a menudo se diferencia entre HC y fibra) señala cantidades "totales" o "de fácil absorción"). Si alguien me puede aclarar este punto, le estaría muy agradecido. Además, he leído por ahí que su IG es de 25, o sea, muy bajo.
Pues lo dicho, que mañana para desayunar me pienso preparar mi primer batido de fresas de la temporada: un vaso de leche de soja (hay varias marcas con muy poco contenido en HC) y un puñado de fresas. Como soy algo laminero (goloso), a veces, si la fresa no es muy dulce, le echo un sobrecito de sacarina; unos pocos segundos en la batidora y... mmmmmmm.
Estoy contento porque llevo desde el domingo portándome bien, muy bien, al menos en lo que a alimentación se refiere. No he podido hacer bici, pero creo que mañana por la tarde sí podré. Si salgo a dar una vuelta, echaré alguna foto para colgarla aquí. Calculo que si sigo portándome así de bien, y puedo hacer algo de bici, igual puedo batir a finales de semana esos hasta ahora imbatibles 87...
Según la tabla que se consulte, 100 g. de fresa contienen entre 5.5 y 7 g. de carbohidratos, pero además tienen una cantidad importante de fibra. En la tabla de contenidos en carbos que aparece al final del libro de Atkins, se nos dice que 1/4 de taza de fresas (que nunca he sabido a cuántos gramos equivalen) contiene 2.7 g. de carbos, y solo 1.8 g. de ellos son "de fácil absorción". Esta división entre hidratos de carbono "totales" y "de fácil absorción" me lleva un poco de cabeza, no porque sea difícil de entender (el número "total" de HC incluye la fibra, los "de fácil absorción" son los que quedan una vez restada la fibra), sino porque nunca he sabido si el etiquetado español (en el que a menudo se diferencia entre HC y fibra) señala cantidades "totales" o "de fácil absorción"). Si alguien me puede aclarar este punto, le estaría muy agradecido. Además, he leído por ahí que su IG es de 25, o sea, muy bajo.
Pues lo dicho, que mañana para desayunar me pienso preparar mi primer batido de fresas de la temporada: un vaso de leche de soja (hay varias marcas con muy poco contenido en HC) y un puñado de fresas. Como soy algo laminero (goloso), a veces, si la fresa no es muy dulce, le echo un sobrecito de sacarina; unos pocos segundos en la batidora y... mmmmmmm.
Estoy contento porque llevo desde el domingo portándome bien, muy bien, al menos en lo que a alimentación se refiere. No he podido hacer bici, pero creo que mañana por la tarde sí podré. Si salgo a dar una vuelta, echaré alguna foto para colgarla aquí. Calculo que si sigo portándome así de bien, y puedo hacer algo de bici, igual puedo batir a finales de semana esos hasta ahora imbatibles 87...
domingo, 22 de febrero de 2009
Odio el japonés
Ayer estuve cenando en un restaurante japonés en Barcelona. No tenía ninguna gana, había estado no hace mucho en otro, en Zaragoza, y para no comer hidratos de carbono, tuve que conformarme con cenar una sopa de miso (o como se escriba) y unas mini-brochetas de salmón y no sé qué otro pescado, que me dejaron con algo de hambre. En esa mi primera experiencia japonesa descubrí que debo de ser el único ser humano del planeta que no sabe usar los dichosos palillos orientales, y que encima prefiere pedir cubiertos antes que sufrir la humillación de aprender a usarlos ante la divertida mirada de la concurrencia. Pero ayer habíamos quedado con unos amigos y también con unos amigos de esos amigos, que precisamente habían propuesto un restaurante japonés muy guay, por el Born. Y claro, una cosa es manipular a mis propios amigos, y otra muy distinta manipular a unos desconocidos.
Así que no tuve fuerzas para oponerme. Tampoco fue de gran ayuda la pérdida de autoridad que suponía haberme metido a mediodía entre pecho y espalda una fideuà (¿quién dijo dieta Atkins?). Así que me acordé del famoso proverbio inglés que dice "from lost to the river", y pensé que por probar el dichoso sushi y demás variantes, y meterme unos pocos hidratos de carbono más en forma de arroz y fideos Singapur, tampoco iba a representar el fin del mundo. Y que la sopa de miso y las brochetas las dejaría para mejor ocasión.
Ni que decir tiene que fui el único que usó tenedor para comer, no sin antes intentar torpemente mover los palos con mis agarrotados dedos. Los demás, en cambio, los dominaban con singular destreza. Resultaba patético verme coger las piezas de sushi con tenedor, aplastando las delicadas composiciones de arroz, algas y tempura, con lo que fuera que llevasen dentro. Los demás me miraban con cierta conmiseración, incluso con franca pena, pero mi orgullo y yo aparentábamos absoluto control de la situación.
Así que me juré y perjuré varias cosas: que esa era la última vez que iba a un japonés, que definitivamente abominaba para siempre del cilantro y de la salsa de soja, y que debía de volver a mi dieta pero en serio. Hoy he estado quemando glucógeno paseándome por el frente marítimo de Barcelona, y estoy respetando muy bien Atkins. Mañana me pesaré para constatar que sigo sin estar en el buen camino, pero paso de poner aquí lo que peso. No lo pondré hasta que la cifra sea inferior a 87. Hasta entonces, lo que me diga la báscula... no cuenta, y como se ponga muy tonta, le quito la pila o le hago vudú con unos palillos chinos, o la aviento por la ventana junto con el DVD de Lost in translation...
Así que no tuve fuerzas para oponerme. Tampoco fue de gran ayuda la pérdida de autoridad que suponía haberme metido a mediodía entre pecho y espalda una fideuà (¿quién dijo dieta Atkins?). Así que me acordé del famoso proverbio inglés que dice "from lost to the river", y pensé que por probar el dichoso sushi y demás variantes, y meterme unos pocos hidratos de carbono más en forma de arroz y fideos Singapur, tampoco iba a representar el fin del mundo. Y que la sopa de miso y las brochetas las dejaría para mejor ocasión.
Ni que decir tiene que fui el único que usó tenedor para comer, no sin antes intentar torpemente mover los palos con mis agarrotados dedos. Los demás, en cambio, los dominaban con singular destreza. Resultaba patético verme coger las piezas de sushi con tenedor, aplastando las delicadas composiciones de arroz, algas y tempura, con lo que fuera que llevasen dentro. Los demás me miraban con cierta conmiseración, incluso con franca pena, pero mi orgullo y yo aparentábamos absoluto control de la situación.
Así que me juré y perjuré varias cosas: que esa era la última vez que iba a un japonés, que definitivamente abominaba para siempre del cilantro y de la salsa de soja, y que debía de volver a mi dieta pero en serio. Hoy he estado quemando glucógeno paseándome por el frente marítimo de Barcelona, y estoy respetando muy bien Atkins. Mañana me pesaré para constatar que sigo sin estar en el buen camino, pero paso de poner aquí lo que peso. No lo pondré hasta que la cifra sea inferior a 87. Hasta entonces, lo que me diga la báscula... no cuenta, y como se ponga muy tonta, le quito la pila o le hago vudú con unos palillos chinos, o la aviento por la ventana junto con el DVD de Lost in translation...
miércoles, 18 de febrero de 2009
Tarde de pedaleo...
Hoy la tarde invitaba, y me he dado un buen paseo en bici (sí, en mi bici, la de la foto). Después de una mañana fría, el sol se ha hecho fuerte y ha quedado una tarde casi primaveral. Me he pegado 1 hora y 10 min. pedaleando; ya sé que no es mucho, y que tendría que descontar los minutillos que me he entretenido en echar unas cuantas fotos, pero es que quería dejar constancia de mi firme compromiso con empezar a tener más actividad física que un botijo, jejeje. A ver si sé subir las dichosas fotos... que por cierto, no son de ese rincón del que hablaba en el post anterior, sino de un camino que he "descubierto" hoy.
Y la última... aquí no parece nada esta costera, pero para subirla en bici... uffffff.
¡Saludos!
domingo, 15 de febrero de 2009
Volviendo al buen camino...
Pues nada, que aunque esta semana pasada apenas he podido meterle mano al blog (en el buen sentido, claro), la verdad es que me he portado más o menos bien, y he conseguido quitarme esos 800 dichosos gramos que me había echado encima. Vamos, que vuelvo a estar en 87.2, como hace varias semanas...
Para esta semana me he propuesto el objetivo de bajar por fin de 87, que ya me vale... Como los días empiezan a alargar un poco, espero retomar más en serio la bici; la semana pasada me di el primer paseo post-invierno, a pesar de la ciercera que hizo ese día. Hacía tiempo que me picaba el gusanillo de coger la bici, no solo por el tema de salud y peso, sino fundamentalmente porque el pasado mes de septiembre descubrí un paraje, a 20 min. en bici de la localidad donde vivo, que ejerce sobre mí un efecto relajante. No sé, el lugar no tiene nada de extraordinario, pero me siento especialmente bien cuando estoy allí. El caso es que con el tiempo tan asquerosillo que ha hecho este invierno, hacía tres meses que no iba a "mi" sitio, y la semana pasada, con la excusa de coger la bici, volví. A ver si esta semana que viene me vuelvo a acercar un día, hago alguna foto y os la cuelgo por aquí. Y de paso, a ver si para entonces os puedo dar la noticia de que he bajado de los 87...
Para esta semana me he propuesto el objetivo de bajar por fin de 87, que ya me vale... Como los días empiezan a alargar un poco, espero retomar más en serio la bici; la semana pasada me di el primer paseo post-invierno, a pesar de la ciercera que hizo ese día. Hacía tiempo que me picaba el gusanillo de coger la bici, no solo por el tema de salud y peso, sino fundamentalmente porque el pasado mes de septiembre descubrí un paraje, a 20 min. en bici de la localidad donde vivo, que ejerce sobre mí un efecto relajante. No sé, el lugar no tiene nada de extraordinario, pero me siento especialmente bien cuando estoy allí. El caso es que con el tiempo tan asquerosillo que ha hecho este invierno, hacía tres meses que no iba a "mi" sitio, y la semana pasada, con la excusa de coger la bici, volví. A ver si esta semana que viene me vuelvo a acercar un día, hago alguna foto y os la cuelgo por aquí. Y de paso, a ver si para entonces os puedo dar la noticia de que he bajado de los 87...
lunes, 9 de febrero de 2009
Paisaje tras la batalla...
Pues tal como me temía, desde el miércoles por la noche hasta prácticamente el domingo por la tarde ha sido un festival de carbohidratos. Y no me refiero a acelgas y pan integral precisamente. Pensaba contar con detalle todo lo que me metí entre pecho y espalda, pero he decidido hacer borrón y cuenta nueva. Al fin y al cabo, al subirme esta mañana a la báscula, me temía una catástrofe, y al final, solo he recuperado 800 miserables gramos... O sea, que vuelvo a estar en 88, pero con ganas de volver al buen camino.
De todos modos, esta "recaída" me ha servido para volver a reafirmarme en algo a lo que ya aludí en algún otro post: la retirada de los hidratos de carbono (me refiero a los malos) presenta cierto parecido con la retirada de la nicotina (y lo dice alguien que acaba de cumplir hace pocos días un año sin fumar...). Cuesta decir "basta", y en cambio es fácil decir, "bah, total ya, por uno más...".
Bueno, pues lo dicho, que tras el terremoto, viene la reconstrucción. ¡Espero!
De todos modos, esta "recaída" me ha servido para volver a reafirmarme en algo a lo que ya aludí en algún otro post: la retirada de los hidratos de carbono (me refiero a los malos) presenta cierto parecido con la retirada de la nicotina (y lo dice alguien que acaba de cumplir hace pocos días un año sin fumar...). Cuesta decir "basta", y en cambio es fácil decir, "bah, total ya, por uno más...".
Bueno, pues lo dicho, que tras el terremoto, viene la reconstrucción. ¡Espero!
viernes, 6 de febrero de 2009
Telegrama desde el "infienno".
Estoy en el infierno STOP he sido malo, malísimo, aunque no haya sido mea culpa STOP desde el miércoles por la noche, festival continuo de hidratos de carbono, y además, de los peorcitos, incluyendo nachos, bocatas, pasta, dulces... STOP eso sí, he hecho algo de deporte STOP en cuanto tenga más tiempo, cuento más por extenso STOP buen finde! STOP
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