Pues sí, señoras y señores, lo de hoy ha sido definitivo. Es verdad que por la noche todavía hace bastante frío, y no es menos cierto que a partir de mañana entra un nuevo frente borrascoso, de esos que no se han cansado de cruzar la Península Ibérica en todo este laaaaargo y duro invierno. Pero hoy ha sido el primer día -mejor dicho, la primera tarde- que yendo por la calle he tenido que quitarme el abrigo, y eso ha encendido todas las alarmas en mi cabecica (el diminutivo es de carácter afectivo, no porque la tenga pequeña) (la cabeza, me refiero).
Sí, parece que, por fin, ya es primavera. Por un lado, tenía unas ganas enormes de que llegase. Pero por otro, el haberme tenido que quitar el abrigo y dejar al descubierto esos kilillos de más ha sido como un "ejem, ejem" del cosmos hacia mí. Ha sido maravilloso ir con esos enormes gabanes de invierno que tanto abrigan y que tan bien camuflan los excesos que ya empezamos a cometer desde bastante antes de Navidad. Pero en un clima continental como este, entre la helada invernal y la chicharra veraniega apenas hay transición. Hoy me he tenido que quitar el abrigo, mañana tal vez quedarme en camiseta. Y eso no puedo hacerlo hasta, por lo menos, retornar al peso que tenía cuando dejé aparcado este diario, allá por octubre.
Claro, que para saber cuánto tengo que perder para alcanzar ese objetivo (modesto, demasiado modesto) tendría que saber cuánto peso ahora, y eso es algo que desconozco. Es lo que tiene no querer subirse a la báscula. Es más. Es lo que tiene no subirse a ninguna de mis dos básculas. Porque planeando esta "vuelta al buen camino" -que hoy ratifico solemnemente en esta entrada del blog-, hace semanas me compré una báscula que te mide todo, la tía: el peso en kg., el porcentaje de grasa, de hueso, de agua... y la cabrona lo recuerda forever and ever, lo que viene a significar "para siempre jamás". Mi primera decepción fue ver que marcaba automáticamente unos 600 g. más que la misma pesada en mi báscula de toda la vida. La segunda, descubrir que estoy formado básicamente por agua y grasa, y que lo que yo creía una poderosa osamenta ha resultado ser unos poquitos kilos de calcio ahogados entre tanta materia acuosa y adiposa. En fin, un desastre.
Así que nada, hoy empieza la cuenta atrás para el comienzo de mi dieta (lo siento, pero hasta el domingo por la noche, no empiezo). Oficialmente, quedan 4 días para ponerme a dieta. Así que aprovechando la festividad irlandesa de San Patricio, voy a tener que irme a beber un poco de zumito de cebada (vulgarmente llamado cerveza) a la salud de ustedes y a la mía.
Sí, parece que, por fin, ya es primavera. Por un lado, tenía unas ganas enormes de que llegase. Pero por otro, el haberme tenido que quitar el abrigo y dejar al descubierto esos kilillos de más ha sido como un "ejem, ejem" del cosmos hacia mí. Ha sido maravilloso ir con esos enormes gabanes de invierno que tanto abrigan y que tan bien camuflan los excesos que ya empezamos a cometer desde bastante antes de Navidad. Pero en un clima continental como este, entre la helada invernal y la chicharra veraniega apenas hay transición. Hoy me he tenido que quitar el abrigo, mañana tal vez quedarme en camiseta. Y eso no puedo hacerlo hasta, por lo menos, retornar al peso que tenía cuando dejé aparcado este diario, allá por octubre.
Claro, que para saber cuánto tengo que perder para alcanzar ese objetivo (modesto, demasiado modesto) tendría que saber cuánto peso ahora, y eso es algo que desconozco. Es lo que tiene no querer subirse a la báscula. Es más. Es lo que tiene no subirse a ninguna de mis dos básculas. Porque planeando esta "vuelta al buen camino" -que hoy ratifico solemnemente en esta entrada del blog-, hace semanas me compré una báscula que te mide todo, la tía: el peso en kg., el porcentaje de grasa, de hueso, de agua... y la cabrona lo recuerda forever and ever, lo que viene a significar "para siempre jamás". Mi primera decepción fue ver que marcaba automáticamente unos 600 g. más que la misma pesada en mi báscula de toda la vida. La segunda, descubrir que estoy formado básicamente por agua y grasa, y que lo que yo creía una poderosa osamenta ha resultado ser unos poquitos kilos de calcio ahogados entre tanta materia acuosa y adiposa. En fin, un desastre.
Así que nada, hoy empieza la cuenta atrás para el comienzo de mi dieta (lo siento, pero hasta el domingo por la noche, no empiezo). Oficialmente, quedan 4 días para ponerme a dieta. Así que aprovechando la festividad irlandesa de San Patricio, voy a tener que irme a beber un poco de zumito de cebada (vulgarmente llamado cerveza) a la salud de ustedes y a la mía.
2 comentarios:
Bienvenido!!!seguiras con Atkins?no se por qué pregunto....jejeje
hola Maran! Lo de "seguir" con Atkins será a partir del lunes, porque en el último medio año, a Atkins lo he tenido más olvidado que a mi blog, que ya es decir! Espero ponerme al día pronto con los blogs amigos como el tuyo. Ciao!
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