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lunes, 8 de diciembre de 2008

De cómo empezó todo (en mi caso).


Yo no tengo formación académica alguna en diétetica, nutrición, biología o química. Bueno, hice un cursillo por correo, y he leído muchos libros sobre diferentes dietas, pero supongo que eso no cuenta como "formación académica". Yo, en realidad, soy filólogo, y se supone que de lo que yo sé es de lengua, de literatura,y esas cosas.

Pero entre las numerosas virtudes con las que la naturaleza (o la genética familiar) tuvo a bien adornarme, la que aquí interesa es cierta propensión a engordar. Así que sin ser médico ni profesional de la dietética, me considero apto para contar mis experiencias, sentimientos y neuras en relación al sobrepeso y mis opiniones sobre los libros que escriben los que sí son médicos y expertos. (Curiosamente, las mayores excentricidades que he leído sobre dietas las han escrito profesionales del ramo).

Con el paso de los años, me fui dando cuenta de que esa propensión al sobrepeso se iba materializando. No sé en qué momento empecé a preocuparme por mi peso, pero recuerdo que cuando estudiaba COU (el equivalente al actual 2º de Bachillerato), pesaba 78 kg, y medía 1.75 m., aproximadamente, y yo ya no estaba conforme con mi peso. Ahora que voy a cumplir 33 años, puedo afirmar que desde entonces no he crecido ni un solo centímetro, y que peso unos diez kilos más. Y me pregunto cómo podía entonces estar disconforme con mi peso. Ahora...¡pagaría por volver a él!

Indagando en mis recuerdos, recuerdo que mi madre por entonces ya había descubierto el excitante mundo de las dietas. Iba a un reputado médico dietista de nuestra ciudad. El proceso de mi madre con aquel doctor era el siguiente: se ponía a dieta, tomaba no sé qué pastillas, y perdía kilos. Después dejaba de ir al médico, y volvía a engordar lentamente los kilos perdidos.

Pero mi entrada apoteósica en el mundo de las dietas no se produjo de la mano de ningún dietista, sino de un libro (oh, sí, mi primer libro de diética,) que paradójicamente se titulaba La antidieta. A Don Quijote le sorbieron el seso los libros de caballerías. A mí me lo sorbieron los libros de dietética. Y aquí estamos, luchando siempre, contra los molinos de viento, o contra los del sobrepeso, o qué sé yo...




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