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lunes, 24 de enero de 2011

Ande o no ande... caballo grande


Este es el lema que parece impulsar a las grandes superficies de alimentación norteamericanas. Me resulta sumamente estresante plantarme delante de los lineales de los productos que aspiro a comer solo en pequeñas cantidades (ahora que no estoy en inducción) y encontrarme con que más que a comprar, me dedico a tomar onerosas decisiones.

Voy a poner un ejemplo. Voy buscando una bolsa pequeña de nachos. Pequeña, porque me puedo permitir pequeños caprichillos, siempre que sean eso, pequeños. De entrada, me encuentro con que en un supermercado de aquí es misión imposible encontrar una bolsa pequeña de casi cualquier cosa. Son todas tamaño familiar. En segunda lugar, veo que hay nachos de diferentes colores, y no puedo dejar de preguntarme si esos colores obedecen a una diferencia entre distintas variedades de maíz, o si a algún fabricante no se le ha ido la mano con los colorantes. ¡Ah, no! En el siguiente lineal encuentro la solución: los nachos de maíz orgánico, algo (bastante) más caros que sus hermanos pobres (los no orgánicos). Pero claro, si estos son de maíz orgánico, significa que los otros no son orgánicos, y que en EEUU, a diferencia de lo que ocurre en Europa, los fabricantes no están obligados a informar de si alguno de los ingredientes usados está genéticamente modificado.

Decido que, ya que me doy el capricho, va a ser un capricho sano, así que opto por la marca de nachos orgánicos. Pero claro, me doy cuenta de que hay una oferta según la cual, si compro una sola bolsa, me sale por casi 4$, pero si compro tres bolsas, me salen las tres por menos de 6$. O sea, una locura, porque mientras unas neuronas hacen cuentas con los dólares, las otras hacen cuentas con las cantidades de carbohidratos. En EEUU sale mucho más barato ponerte hasta el ojete (con perdón) de carbohidratos malos que ser selectivo y comer solo unos pocos. Por supuesto, ofertas similares existen para los nachos no orgánicos, con lo cual, no hacemos nada rebajando las expectativas.

Mientras una gota de sudor recorre mi frente, y tras intensos segundos de dimes y diretes entre las neuronas pro-economía y las pro-salud, me decanto por llevar a cabo un acto de rebeldía, y me llevo una única bolsa de nachos de maíz orgánico, que me sale a precio de caviar. Y mientras me voy, taciturno, hacia la caja, no sé si verme como un idiota que paga mucho más por algo que podría costarle mucho menos, o como un héroe que decide cuánto quiere comprar y, por tanto, cuánto quiere comer, aunque tenga que pagar más por ello.

Y todo esto sin contar con la otra voz que me susurra que no es muy coherente llevarme una cajita de batidos Atkins junto a la dichosa bolsa de nachos. Y mientras hago cola en la caja, pienso que me van a sentar mal los putos nachos.

1 comentario:

Maran dijo...

si es q los americanos son asi........al menos pecar te hace pensar......besitooooos